En la cascada de El Bolao (I)

En la entrada de los acantilados extrafinos ya comentaba que una de las cosas más interesantes de los alrededores era la Cascada de El Bolao. Me había prometido a mi mismo ir a visitarla en breve, pero como las cosas de palacio van despacio, por fin un año y dos meses después dedicamos un domingo a conocerla y hacerle los honores pertinentes.

Llegados al pueblo de Toñanes caracoleamos por sus callejas hasta dar con un cartelito indicador. Por un lado a la cascada y por otro a los acantilados de La Molina. Mira qué bien, esos no los conocía. Por el mismo precio el doble de sensaciones.
Cartel indicador
Unos metros después del cartel veo por un lado ruinas, por otro dos personas en lo alto de un acantilado. Creo que el panorama me va a gustar. No sé porqué pero me huele que sí.
Vista desde el aparcamiento
El camino a las ruinas se hace a la orilla del «arroyo de la Presa». Confianza, lo que es confianza, mucha no me daban sus aguas. Aunque en la foto se vea medianamente cristalino, fijándose bien se le notaba un tonillo gris como si llevara porquería disuelta que no se me ocurre mojar un pie ni mucho menos darle un sorbo. Que un riachuelo tenga explotaciones ganaderas unos metros más arriba hace que no me fie ni lo más mínimo. A lo mejor no pasa nada, pero a uno le sale el gen gallego desconfiado y no me acaba de convencer.
El arroyo de la Presa
Las ruinas corresponden con un antiguo molino y alguna edificación adjunta. Todas están hechas polvo, sin tejado, sin vigas, sin nada de nada. Por aquí pastan vacas y el prado está rodeado por un alambre metálico. Para salir de él hay que cruzar esa puerta que se ve ahí delante.
Llegada a los molinos
Véase el sistema de autocierre de la puerta: una goma elástica atada entre dos esquinas. Simple, efectivo, fácil de mantener y más fácil aún de reparar. A veces las soluciones de baja tecnología son las mejores con diferencia.
Puerta de los molinos
Si seguimos andando nos encontramos a la derecha con el acantilado de la Molina y a la izquierda el resto del primer molino. Como la fuerza del mar se lo cargaba cada cierto tiempo acabaron por abandonarlo y construir los que se ven en las otras fotos.
Vista del acantilado
Giramos ciento ochenta grados y desde aquí ya se puede ver la cascada, el agua cae pegando saltos de estrato en estrato. Un lugar precioso con vistas, agua, acantilado, aire fresco, donde saqué la foto había un trozo de prado verde perfecto para hacer un picnic con vistas al mar. Me lo apunto para la siguiente, espero no tardar otro año y dos meses en realizarlo.
Vista de los molinos
Por último otra de la cascada en todo su esplendor. Con un sol precioso daban ganas de sacarse la ropa y hala, a disfrutar un rato chapuzando en el agua… esa del tonillo gris… mejor me quedo asoleándome sin tocar el arroyo no vaya a ser que pille un tifus o algo por el estilo, que los microbios a veces tienen muy mala leche.
Vista de la cascada
No sólo había ésto, detallitos y alrededores dan para comentar unas cuántas cosas más pero eso lo dejamos para otro día…

Deja una respuesta


Uso de cookies

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.Más información sobre las cookies

ACEPTAR
Aviso de cookies