Aireándome y asoleándome alegremente por el Sardinero, recayó mi interés en una estatua situada en un jardÃn de esos que sirven para rellenar una bifucarción entre dos caminos frente al hotel Silken. Se trata de la estatua de un paisano que Augusto González de Linares recibe por nombre.
No fue sin embargo la forma de la estatua, su majestuosidad o la mujer ofreciéndole una rama de laurel lo que llamó mi atención, que va, fue directamente el pulpo situado bajo el busto del homenajeado. ¿Será esta estatua una conmemoración de quien trajo la receta del «pulpo a la gallega» hasta Cantabria? Investiguemos pues, ya que de ser asà un sentido homenaje le deberÃa rendir en honor de tal hazaña.
Vayamos al Google. De primero sale un instituto, luego la Wikipedia, allá me voy a ver qué cuenta. Geólogo, mineralogista y zoólogo español nacido en Cabuérniga… coño, ¿de qué me suena esa foto que sale en su página? Mira tú por donde acabo de solucionar un misterio sin resolver que tenÃa por aquà atascado. Cruzando el valle de Cabuérniga camino de la Collada de Carmona atravesé un puente en el que habÃa un busto de alguien sobre una base de piedra. Ese alguien era desconocido para mi porque no habÃa ni una placa, ni un cartel, ni nada que lo aclarase. ¿Algún escritor? ¿Algún alcalde? ¿Algún vecino de la zona? Ahà quedó la duda. Era esta foto. Ligeramente parecida a la de la Wikipedia, ¿verdad? Hala, ya me puedo acostar tranquilo que he resuelto otro misterio insondable de la humanidad.
Como curiosidad, además de la estatua también le han dedicado una de las boyas medidoras de olas que se pueden ver desde la Virgen del Mar y alrededores. Aquà se puede leer la vida, obra y milagros de la boya que lleva su nombre.
Shoefiti playero
Esto y lo de los candaditos es una verdadera plaga, vayas donde vayas no hay una esquina donde no aparezca lo uno o lo otro. Veamos. Playa de DÃcido, lugar bastante aislado y bastante a desmano del mundo civilizado.
Nada más llegar lo primero que llama la atención son las huellas que ha dejado el temporal de principios de febrero con forma de hundimiento en la rampa de entrada la playa. El resto de la playa estaba hecho una verdadera piltrafa pero ese relato lo dejamos para otro dÃa.
Lo segundo que llama la atención es ver cómo algunos que también quisieron dejar su huella al final optaron por dejar los zapatos colgados en lo alto. Curiosa costumbre, sigo preguntándome cómo y cuándo llegó hasta aquÃ.
El árbol de la sidra
Siempre pensé que la sidra salÃa de las manzanas, pero no, en Gijón tienen un árbol que da botellas de sidra directamente. Véanlo ustedes. Se encuentra en la zona del puerto y un servidor muy habilmente esperó a que una chica se pusiera en posición de foto-dominguera-turÃstica para poder dar una referencia del tamaño sin tener que recurrir a lo habitual, que es poner un zapato del 43 a su lado. Anda que no quedarÃa ridÃculo ni ná un zapato mÃo ahà por el medio para poder imaginar el tamaño del arbolito.
Fijaros bien cómo está de cargadito, con botellas distribuidas en varios pisos curvilÃneos hacia el cielo.
No sé cómo funcionará el asunto, pero me permito deducir que según vayan madurando las botellas se irán llenando de sidra, cuando llegue el momento de la recolección el señor encargado de tal menester la quitará de su sitio, le pondrá un tapón y recién cosechadas se irán directas a la mesa de algunos que andarán por allà con ganas de quitarse la sed. Una explicación perfectamente plausible, ¿no?
Con cabeza y sin cabeza
Aquà tenemos otro de los efectos secundarios de los temporales. En Castro Urdiales, más concretamente. Recuerdo haber visto una estatua en el puerto que representaba a dos rederas trabajando en lo suyo. Concretamente es ésta.
Pues bien, el dÃa que me fui a ver cabras acabé bajando a Castro para dar una vuelta. Oh, sorpresa, una de las figuras de la estatua ha cambiado ligeramente…
Y la otra está más o menos igual. ¿Habrá pasado Jose Luis Rodriguez «El Puma» por allà cantando ésto?
Ah, que no cuenten conmigo para muchas más visitas a este pueblo mientras sigan manteniendo la costumbre de parquÃmetros obligatorios sábados, domingos y fiestas de guardar. Con la de lugares que hay para visitar, pocas ganas tengo yo de andarme preocupando cada dos horas por la puñetera maquinita.
Amor con fecha de caducidad
Cuando vi el mensaje situado en la parte superior de la pintada me vino a la cabeza inmediatamente una duda. ¿Querrá decir su autor o autora «te quiero… y te veré el miércoles», o por un casual «te quiero… pero sólo hasta el miércoles»? ¿Tendrá su amor fecha de caducidad? ¿Qué pasará el miércoles? ¿Le dará pasaporte y se irá con otro u otra? Ay, ay, ay, a qué sinsabores puede conducir una simple pintada y cuántas dudas sembrar en una mente insegura.
En honor a Salvador Hedilla
Un par de veces que habÃa pasado por la carretera que va desde Beranga a Noja, un par de veces que me habÃa llamado la atención una efigie colocada en un apartadero de la carretera pero al ir con el tiempo justo no me habÃa podido parar. Como me picaba la curiosidad aproveché un domingo de zascandilear por allà cerca para satisfacer mi curiosidad. Este es el susodicho busto.
Señor bigotudo mirando al cielo con una gorra puesta al revés y lo que parecen ser unas gafas de aviador.
No andaba yo muy desencaminado, según la placa se trata de Salvador Hedilla y era un «aviador de romance» expresión que no sé qué querrá decir. ¿IrÃa leyendo novelitas rosa en los ratos muertos de pilotaje?
Nos dejamos de placas, buscamos información y efectivamente, es Salvador Hedilla Pineda, aviador, nacido allà cerquita en 1880 y conocido por ser el primer piloto que hizo el recorrido de Barcelona a Palma de Mallorca en 1916. Un mes después repetÃa faena entre Barcelona y Santander. Desgraciadamente, en 1917 se le para el motor del avión y palma al estamparse contra una colina. Actualmente está enterrado en el cementerio de Ciriego, lugar al que aún le debo una visita.
Cuesta olvidar
Aunque la gente tiene escasa memoria con aquellos que nos hacen faenas una otra vez y nos engañan continuamente como chinos (véanse las elecciones, sin ir más lejos), parece que lo de ser estafados, desplumados y que aún por encima se ofrezcan a compensarte con otra tomadura de pelo para ver si cuela y te callas, eso cuesta más sobrellevarlo. Asà pasa cerca de Galizano, que han plantado esta pancarta frente a una sucursal de Caja Cantabria por su comportamiento con el asunto de las preferentes. Como el mensaje está suficientemente claro, sobran mis palabras.
Manda caray, en cualquier lugar del mundo civilizado una estafa intencionada de ese calibre habrÃa llevado a una escabechina en los bancos por parte de la justicia. ¿AquÃ? Na, na, naaaa, na, na, naaaaa…
En el cargadero de DÃcido (II)
Volvemos al cargadero de DÃcido. Una vez vistos y explicados alrededores y túneles, pasamos a las proximidades del cargadero en sÃ. Para resumirlo con pocas palabras: está todo hecho una mierda. Es un milagro que aquello siga en pie. Hay un montón de vallas para que la gente no suba a la estructura, no pase a los túneles, no entre, no salga, no vaya, no venga, aunque visto el percal casi apetece más pirarse lejos por si acaso. Empecemos con las fotos. Lo único que parece en buen estado es el pie del cargadero, será porque es de piedra. Me pregunto qué serán esas manchas blancas, parece cal pero no tiene mucho sentido que salga de ahÃ.
El pasillo que va a dar a la estructura metálica se cruza con otro que por un lado tiene el antiguo depósito de mineral desde el que se alimentaba al cargadero. Cerrado con una valla, por supuesto. No saco ninguna foto más cerca porque el túnel que cierra esa verja estaba taponado a los cinco o seis metros.
Nada como subir un poco para ver las verdaderas dimensiones de la tolva que ejerce como depósito de mineral. Hay que ver cómo engaña la perspectiva, si hasta el cargadero parece poca cosa.
Por aquà mucho, pero mucho cuidadito porque no me fiarÃa nada de los cables metálicos que ejercen de barandillas. Ya no porque aguanten o no, sino porque como tengas que echar mano a uno te pincha cualquier alambre suelto y el tétanos acecha a la vuelta de la esquina.
Desde donde lo habÃamos dejado, me giro y ya estoy de frente a lo verdaderamente interesante. Paso cerrado con verja también.
Como decÃa antes, tampoco era muy necesaria esa verja porque no habrÃa narices de intentar caminar por el cargadero. Fijaros cómo están las tablas del suelo.
Desde otro lado se entiende mejor porqué sobra la verja. ¿Alguien en su sano juicio intentarÃa caminar por ahà (a lo mejor sÃ, pirados hay en todos lados…)?
Y no es sólo un tramo. Toda la plataforma está igual, hecha polvo del principio al fin.
Si el suelo estaba mal, muchos de los elementos que componen la estructura estaban aún peor. Véanse estos largueros de uno de los laterales. Como para fiarse.
Estado de las vigas: llenas de óxido, despintadas y carentes de mantenimiento. Meten miedo.
Se puede pasar alrededor del depósito de mineral, también está todo abandonado con los accesorios a juego.
Una pena. El sitio es precioso y el cargadero espectacular, pero la falta de cuidados va dejando que poco a poco languidezca por mucho que haya sido declarado Bien de Interés Cultural. La sensación es que cualquier dÃa vendrá uno de esos temporales de viento, adiós cargadero y todo el mundo a tirarse de los pelos. Bueno, no, estamos en España, todo el mundo a tirar balones fuera y echarle la culpa a «la herencia recibida» y la madre que la parió.
La jirafa de Buridán
Es conocida la historia del asno de Buridán, aquel que le pusieron dos cubos de avena y se murió de hambre al no saber por cual empezar. Mientras paseaba por Cabárceno pude ver una jirafa (o jirafo) que parecÃa hallarse en la misma situación. ¿La palmera de la izquierda? ¿O la de la derecha? ¿La izquierda? ¿La derecha?
Pues esta jirafa no era de Buridán, todo lo más de un pueblo de al lado porque cuando el hambre aprieta, pues mira, la que más rabia te dé. A por la de la derecha que me pilla más cerca y ya es la hora de la merienda.
Casi un tsunami
Otro punto donde los temporales han dado con ganas es Laredo, concretamente el final de la playa del Puntal. Otro objetivo habitual de las olas, que una y otra vez montan las de San QuintÃn tanto en el arenal como en el aparcamiento o en los dos restaurantes que hay.
Del verano recordaba que la playa llegaba casi hasta la parte superior de estas rocas, ahora está más o menos dos metros por debajo de su nivel. Casi nada. Quintales de arena que sabe dios donde habrán ido a parar.
Caminando un poquito a lo largo de la playa el panorama aún es peor, aquà no recuerdo a qué altura llegarÃa la arena pero tan abajo seguro que no. Fijaros al fondo, esa es una zona de duna protegida por unas estacas con cuerdas para evitar que la gente la pise. Pero cuando de pasear se trata e ir a ver los efectos del temporal, ni estacas, ni cuerda ni ná, se pasa por cualquier lado.
Al que peor parte le ha tocado es al restaurante Barlovento, justo a pie de playa. Las imágenes hablan por si solas: escabechina total.
Paredes, puertas, ventanas…
…las puertas metálicas hundidas por la fuerza del mar…
…incluso una esquina recogida tras un muro sobre el que tuve que levantar la cámara para sacar la foto quedó asà como véis, todo lleno de restos y el aparato del aire acondicionado colgando de un tubo. Y lo que no se ve, claro, que me imagino cómo debió quedar el interior.
Esperemos que puedan reponer pronto todo el local, que venga una primavera de bastante calorcito y un verano aún mejor para que hagan mucha caja y les compense el disgusto, ya se sabe que las penas con pan (nunca mejor dicho) son menos penas.