Miramar en Brazomar

Otra construcción a la que habría que ir a echarle una ojeada por si el mar ha hecho otra escabechina es al Hotel Miramar, situado sobre la arena de la playa de Brazomar en Castro Urdiales. Eso si, habrá que ir rapidito porque hay sobre él una sentencia firme de demolición.
Hotel Miramar de Castro Urdiales
Construido en la posguerra para funcionar como balneario, en 2008 el Ministerio de Medio Ambiente dice que no está funcionando como tal sino como hotel, por tanto revoca la concesión y hala, a la rue los currantes, palo a la empresa que lo explota y adiós muy buenas el edificio. Hay cosas que no entiendo ni entenderé. Que no se autorice a construir nada más sobre una playa, pase, pero a cargarse así un negocio que está funcionando desde hace más de sesenta años sigo sin verle ningún sentido.

Cualquier día les entra la neura y con eso de que también queda sobre la arena intentan darle pasaporte a los bajos del Sardinero y al Maremondo. Aunque bueno, si les hacen quitar el adefesio ese de la torre podria tener su compensación.
Bajos del sardinero y Maremondo

Previsión para los próximos días

Bueno, bueno, buenooooo… estamos que no nos lo creemos… ¡vienen dos semanas de buen tiempo!
Previsión del tiempo
Ya me imagino el panorama, cienes y cienes de santanderinos paseando por el Sardinero como si no hubiera un mañana ni estuviéramos a las puertas de la primavera. Claro que hay que ver lo bien que sientan esos primeros rayos de sol tras el invierno.
Paseando por el Sardinero
Volverán los atascos en la subida al faro de Cabo Mayor. Si hay tres carriles y la gente aparca en dos, adivinad qué sucede.
Atasco en Cabo Mayor
Y por supuesto un clásico de los días de solete, las rabas en el chiringuito al lado del faro. ¡Viva la primavera y el buen tiempo!
Rabas en Cabo Mayor

En el cargadero de Dícido (I)

Leyendo historietas sobre Cantabria me enteré que en Dícido existe un cargadero de mineral al borde del mar declarado como BIC (Bien de Interés Cultural) hace años. Pues nada, visitilla al canto a ver cómo es. Por supuesto me fui sin mapa, sin precisar su posición ni nada que se le pareciera. Sabía que estaba a la derecha de Castro Urdiales y con eso casi me bastaba. unas vueltas por aquí, unas vueltas por allá, debo estar perdido otra vez… cuando de repente enfilo hacia la punta Saltacaballos y allí abajo distingo algo que sobresale… ¡anda! ¡Mira donde está el jodío!
Puerto y cargadero de minerales
Retrocedo, me doy unas vueltas por Mioño hasta encontrar el camino gracias al conocido sistema «si no es por aquí será por allá» y finalmente aparece tras un recodo del puerto.
Pescando frente al cargadero
Hala, venga una foto más decente que el sitio lo merece. Con la luz de media tarde y un mar de color turquesa queda bastante potable. El cargadero en si es el tercero que existe. El primero fue construido en 1886 y ocho años más tarde se lo cargó un temporal. El segundo fue dinamitado durante la guerra civil, y éste lo construyeron un año más tarde. Si queréis ver la historia completa de la instalación, en ésta interesante página tenéis datos a punta pala.
Cargadero de Dícido
Por la parte superior del cargadero transportaban el mineral que iba a parar a los barcos a través de esa tubería cuadrada que se ve plegada en la punta.
Punta del cargadero
De camino al cargadero hay dos túneles que están actualmente cerrados. Por todos lados hay carteles azules como éste de la foto explicando la historia, hechos, obra y milagros del cargadero y las instalaciones de los alrededores. A la entrada de uno de ellos hay cartel similar explicando su función.
Cartel sobre los túneles
De esos dos túneles, uno de ellos está en buen estado. Es en subida y esto es lo que se ve desde abajo.
Túneles del cargadero I
Desde arriba la vista es parecida, aunque mucho ojo porque a la entrada el suelo es de madera y en un día lluvioso como el que me tocó, patinaba que daba gusto. Lo ideal para darse una buena costalada.
Túneles del cargadero III
El otro túnel está completamente inutilizado. Un derrumbamiento de piedras tapona totalmente la parte final.
Túneles del cargadero II
Visto desde fuera casi ni se sabe que ahí hay un agujero, salvo por la bóveda curva. Vaya tamaño tienen las piedrecitas caidas que incluso han reventado el encofrado.
Túnel con derrumbamiento
Esto en cuanto a los alrededores. Dentro de unos días segundo capítulo sobre el cargadero y su estado ruinoso.

Efectos del mar (III)

Continuamos con la serie de entradas dedicadas a los efectos del temporal de estos días. Ayer tocaba ir a ver cómo había quedado el Sardinero y alrededores. Empecé el recorrido cerca del BNS, este local que se ve aquí. Dos empleados estaban limpiando el bajo, el oleaje rompió los cristales y lo dejó hecho una porquería. Menos mal que anduvieron listos y habían retirado todo el mobiliario.
Sala BNS
Lo más evidente en cuanto a la playa es que falta arena por todos lados, como se puede ver por la altura a la que se ha quedado la rampa. Casi van a tener que poner un teleférico para poder ir a pasear junto al mar.
Rampa junto al BNS
Y tan grave es lo que se ve como lo que no, aquí tenéis los cimientos del BNS que por lo visto están afectados. Esperemos que no se caiga porque allí se come bastante bien en cuanto a tapas, ensaladas y pinchitos. Por no decir nada de la terraza que ponen arriba de todo en verano, para un servidor es una verdadera perdición.
Cimientos del BNS
El Parque de Trueba «apañó» de lo lindo el temporal pasado y esta vez le ha tocado otra vez la china. Al «Cormorán» tres cuartos de lo mismo, lo inundó y llenó de arena el temporal de principios de febrero, se gastaron una pasta en contratar un camión-aspiradora gigante para retirar medio metro de arena de los bajos y ahora no sólo está la arena otra vez, sino que además reventaron los ventanales recién puestos, se ha caido el techo de las cocinas, el agua entró hasta en la primera planta y la cimentación está al descubierto. Impresionante.
El Cormorán tras el temporal
Al ladito, al irse la arena ha reaparecido una estructura bastante curiosa: dos discos de hormigón con una columna en el medio. Ni sé qué es, ni para qué sirve ni qué hacía ahí, pero foto por si acaso.
Estructura reaparecida
Donde el Maremondo también ha hecho las suyas, aunque menos. Ha reventado las verjas que tapaban la parte de los cimientos pero el bicho ese «tan bonito», sigue intacto. Lástima…
Bajos del Maremondo
Del mobiliario playero mejor ni hablar, fijaros cómo se queda una ducha de acero.
Restos de una ducha
Por la parte cercana a Piquío pasa con las escaleras algo similar a la rampa de la segunda foto. Antes la arena cubría la parte inferior, ahora hay que pegar un salto para llegar a la playa.
El paseo del Sardinero
Y cosa curiosa, han reaparecido elementos olvidados bajo la arena como puedan ser los cimientos del antiguo Balneario de Castañeda, construido en 1872 y derribado a finales de los sesenta tras varios temporales que lo dejaron en ruinas.
Pilastras del Balneario de Castañeda
Aún hay más, otra vez vallas rotas, el suelo del paseo marítimo levantado en varios puntos, etc. A ver si pasa de una vez la racha de temporales y podemos empezar a pensar en la primavera, el calorcito, los martinis al sol con rabas de acompañamiento y volver a pegarnos la vidorra padre que al final es lo que cuenta.

Efectos del mar (II)

Si el lunes a las seis de la tarde anunciaban la conjunción planetaria de una pleamar, marea viva, temporal de viento y oleaje a lo bruto, ¿dónde os imagináis que estaba yo? Pues si, en primera línea ignorando como siempre las recomendaciones de Protección Civil. Pero nos os creáis que era el único, no…

De camino a Somo ya me imaginaba cómo iba a ser la historia. Así estaba la marea el otro día:
Marea baja de verdad
Y así estaba el lunes. Ligera diferencia que va indicando la que se avecina.
Temporal en Somo I
Aquello del fondo es la Isla de Mouro. Sobre la isla hay un faro de dimensiones respetables, a cuenta de las olas rompiendo casi no se veía ni la isla, ni el faro. Madre mía, qué bien me lo voy a pasar…
Temporal en Somo II
Ya os dije que no era el único, que va, otra vez parecía esto una romería. Nunca hubo tanta gente en Somo durante el invierno como con los temporales, si no es raro cruzarte con dos o tres personas en todo el pueblo.
Temporal en Somo III
Estos son los famosos chalets que el mar va desguazando poquito a poquito. Fijaros dónde llega el agua y eso que faltaba un buen rato para la pleamar.
Temporal en Somo IV
Por la zona de la Escuela de Surf, la Guardia Civil había puesto una cinta para impedir que pasara gente con los coches. Normal, si las olas estaban entrando directamente a la calle como perico por su casa. Vease lo de «Esto es una romería», capítulo 2.
Temporal en Somo V
La calle de detrás de los chalets. Por esto no dejaban circular. Pobre el que se olvidó aqui el coche, cómo habrá quedado tras horas y horas de recibir agua y arena en cantidades industriales.
Temporal en Somo VI
Desde lo alto de la Escuela de Surf era desde donde mejor se veía el asunto. Allí estábamos un tropel de gente alucinando con la fuerza del mar y las olas que se colaban una tras otra en el paseo.
Temporal en Somo VII
Y para que lo veáis en vivo, vídeo conmemorativo del evento. Esto es una ola, fijaros con qué fuerza entra en el pueblo, cómo sigue, y sigue, y sigue… y solo es una, que a lo largo de la tarde hubo un montón como ellas. Palabrita que me parece asombroso que los chalets sigan en pie.

Tradiciones comunes

Allá por Galicia me había quedado alucinado cuando vi lo que hacían con los chicles en el Castillo de Monterrey. Pues o bien la tradición se ha extendido o nos ha visitado alguien de Monterrey porque en unos conocidos grandes almacenes de Santander pude comprobar que todo se pega salvo la hermosura. ¿Veis esta puerta? ¿Veis el roto que hay sobre la bisagra superior?
Chiches en el probador I
Pues nada más que decir, la imagen habla por si sola. Y esto no es uno que puso un chicle. Esto es uno que lo puso, otro que lo vio, lo encontró gracioso y así sucesivamente. Como la cosa cunda, en diez días tienes la puerta llena de chicles, un grupo de Facebook dedicado a pegar chicles en las puertas de los comercios y un montón de instagrams con foto del pegador de chicles dejando su huella en una puerta ajena.
Chiches en el probador II

La ría de mírame y no me toques

Al ladito de El Astillero hay unas marismas atravesadas por la autovía S-10. La mitad derecha se llaman «Marismas blancas» y la otra mitad son las «Marismas negras», no me extraña el nombre porque están llenas de un barro negruzco al que seguro vienen los cormoranes para reponer su color exterior. Justo al lado de las marismas blancas está la Ría de Boo y me llamaba la atención ver que en esa extensión de tierra no haya mariscadores, si llega a ser en Galicia con cada marea baja estaría esto lleno de gente con su rastrillito recolectando almejas y otros bichos similares.
Ría de Boó
La respuesta la tuve hace unos días al darme una vuelta por la zona y ver este cartel. A ver quien es el guapito que se pone a mariscar con semejante advertencia. Un poco más a la derecha de lo que se ve en la primera foto está una empresa que responde al llamativo nombre de «Equipos Nucleares» que trabaja para centrales nucleares. Espero que el aviso no sea por ellos ni empiecen a aparecer peces con tres ojos como en «Los Simpson», casi mejor no hacerle la competencia a Fukushima…
Cartel en las marismas blancas

Efectos del mar

Noticias en el periódico decían que el mar se había llevado parte de las terrazas de los «chaletes» situados sobre la mismísima arena de la playa de Somo. Como no, eso había que ir a verlo, pero lo mismo debió pensar un montón de gente porque aquello parecía una romería. Desde luego, cómo es el personal, cómo le gusta el morbo y el desastre natural. Yo no, lo mío es sólo por dar constancia del hecho y hacérselo saber al mundo.
Efectos del mar en Somo I
En verano suelo ir bastante a esta playa y me quedé alucinado pensando dónde se habrá ido la arena. Ese escalón de casi un metro que se ve en la foto anterior no está, hasta ahí ha llegado el mar y la arena se ha ido con él. Pero más se nota en el otro lado de los chalets. ¿Veis ese muro? La arena debería llegar hasta casi la mitad. Pero lo interesante está al fondo, en la escabechina que se atisba.
Efectos del mar en Somo IV
Fijaros la que les ha montado. El mar se les ha llevado las terrazas.
Efectos del mar en Somo II
Aquí más de cerca. Esto no lo hace ni una ola ni dos, pero ya se sabe que si algo tiene el mar es paciencia y constancia a la hora de reclamar lo que es suyo.
Efectos del mar en Somo V
Además de sin terrazas, algunas casas se han quedado sin las escaleras al piso de arriba. Va a ser bonito el asunto, saber si el seguro cubre estas cosas, si estaban legalmente ahí y si ahora Costas no pone mil y una pegas para reconstruirlos.
Efectos del mar en Somo III
Viéndolo de cerca no me extraña que pasara lo que pasó porque como construcción no se aprecia excesivamente sólida. Las terrazas estaban sobre una plancha de cemento de unos veinte centímetros de grosor con esos muros de cemento longitudinales de un metro de alto, y todo colocado sobre la misma arena. Poca base parece para tanto peso.
Efectos del mar en Somo VI
En la zona de una rampa para coches el asunto aún es peor, arena, más arena y sólo una cuarta de cemento. En esto estaré poco puesto, pero me parece de todo menos seguro.
Efectos del mar en Somo VII
Finalizada la observación y el reportaje fotográfico de rigor aproveché la ausencia de lluvia para darme una vuelta por la playa al tiempo que un barco salía de puerto. Normalmente salen en dirección este, sobrepasan la isla de Mouro y viran hacia el norte como las rutas del ferry que muestra el Google Maps. Este seguía derechito hacia el este sin virar, cuestión que dista mucho de ser recomendable dado que un par de kilómetros más allá está la isla de Santa Marina y su parte superior es de roca escasamente navegable. No sé, no sé, me parece que alguna pega hay con ese barco porque lo que hace es bastante raro, a ver si vengo a retratar chalets y acabo documentando un naufragio… pero no.
Saliendo de puerto
Paró el barco, viró en redondo y se dirigió lentamente a puerto de nuevo, coincidiendo en la ruta con otro barco grandote que a la altura de la Magdalena le pegó un adelantamiento por la derecha que ni Fernando Alonso metido a marinero. Debe ser bonito ir conduciendo un barco y ver aparecer de pronto por el retrovisor un mamotreto como éste. Y si vas navegando en un Optimist de la escuela de vela ya ni te cuento, como poco se te deben quedar los cataplines a la altura de la garganta.
Volviendo a puerto

La playa de los tractores

Antes de pasarnos por el espigon de San Vicente de la Barquera y ver a dos chicas con un par hicimos una paradita en el Cabo de Oyambre. Se puede llegar casi hasta la punta con el coche, aparcas en cualquier esquina y si quieres aire libre, ventolera y buena vista vas andando hasta la Punta Penaentera que es la de la foto.
Cabo de Oyambre
De todas formas, aunque no llegues a la punta, las vistas son de impresión sobre todo en un día con marea alta y mar medio revuelto.
Playa de Merón
Cómo me recordaba a la playa de Vilapraia de Ancora y esas olas que rompen medio kilómetro antes de la orilla.
Oleaje en San Vicente
Se podía bajar a la playa y dar un buen paseo, aunque el primer tramo es de cuidado porque en vez de arena hay unas piedrecitas que hacen buenas a las de Niza. Ideal para torcerse un tobillo.
Millones de piedras en la playa
Disfrutando del paisaje estaba cuando… anda… ¿qué pinta una aglomeración de tractores aquí abajo? Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete…
Tractores aparcados I
Además todos tenían una especie de remolque muy raro, una estructura cuadrada de la que colgaban hierros en plan arado y dos ruedas orientadas hacia dios sabe donde.
Tractores aparcados II
Por la parte de arriba aún más, otros cinco aparcados con el mismo remolque. En la vida había visto algo así.
Tractores aparcados III
Días después me enteré de golpe gracias a este artículo del Diario Montañés. Quien me iba a decir que son tractores dedicados a la recogida de algas. Pues mira, ya aprendí una cosa más.

Esto no es un canguro

Aunque lo parezca. Según decía el cartelote del parque de Cabárceno son Wallabys, unos bichos de los cuales no tenía ni remota idea de su existencia. Al presentarme ante el recinto donde estaban a mediodía más o menos, los pillé con escasas ganas de moverse, saltar, correr o cualquier otra actividad que implicara cansarse gratis para disfrute de los espectadores. Qué se le va a hacer.
Wallabys

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