Gijón con temporal

Uno de los primeros fines de semana de febrero nos pegamos un saltito a Gijón. Ciudad más maja, oigan, llana, bonita, muy cuidada, muchas cosas que ver y que comer. Por si fuera poco, ese día había alerta por temporal y aunque prácticamente no llovió más que unos chaparrones, el mar daba un espectáculo impresionante.
Temporal en Gijón I
La playa de San Lorenzo, la principal de la ciudad, está orientada al norte y hacia mar abierto así que entraba el oleaje que daba gusto, batía contra los muros, contra las rocas, saltaba al paseo marítimo y nos dejaba a todos boquiabiertos.
Temporal en Gijón II
Desde la otra punta se veían olas, olas y más olas con el viento llevándose la espuma de la parte superior.
Temporal en Gijón III
Fijaros cómo estaba la cosa que en la Plaza Mayor tendría que haber un mercadillo y lo único que encontramos fueron dos carteles como este.
Mercadillo suspendido
¿Que no se puede nadar? ¿Que no se puede navegar? Pues nada, ¡a la pastelería más próxima para celebrarlo (mi deporte favorito)! Aquí tenéis la merienda del sábado, un par de casadielles y un par de carbayones, dulces como ellos solos. Recordad: allá donde fueres, come lo que pudieres.
Golosadas gijonesas

Castro Urdiales desde lo alto

Aprovechando que la parienta se me había pirado a la Mercedes Benz Fashion Week de Madrid y me había dejado «de Rodríguez», ¿qué haría un hombre normal y corriente en ese caso? Pues yo debo estar más emparentado con los botijos o con las cabras porque lo primero que me vino a la cabeza fue irme al quinto pino de arriba, un monte puro y pelao cerquita de Castro Urdiales. Las veces que había pasado por allí me había fijado en una estatua grandota en lo alto de una montañita. Si hay estatua es que se puede llegar y si se puede llegar es porque algo habrá, así que allá vamos.

Quien me mandaría… hasta aquí llegué con el coche y veo un cartelote que indica «Ermita». Las ermitas suelen estar en lo alto y tener buenas vistas así que vamos por el buen camino. Por cierto, justo en este punto saqué la cámara de la bolsa para sacar la foto y con ella se fue volando mi compacta en el incidente aquí descrito.
Cartel hacia la ermita
Claro que el caminito indicado por el cartel se las traía. Nada en llano, nada sencillo, todo para arriba y que sea lo que dios quiera.
Subida a la ermita de la virgen
Pensamiento a partir del minuto uno: ¿pero quien me mandaría venir por aquí…? Subía el camino, y subía, subía, subía y seguía subiendo. Cuando por fin llegabas a lo alto de una subida adivinad qué aparecía después… efectivamente, ¡otra subida!
Subida bien empinada
Por suerte no hay mal ni cuesta arriba que cien años dure. Una media hora después acabé llegando a la ermita y no falla, en todo lo alto y con buenas vistas. Cerrada, por supuesto, porque ya no encuentras una ermita o iglesia aislada abierta ni por asomo. Es una pequeña base con una terraza en el primer piso, una columna y en lo alto una estatua de la virgen.
Ermita de la Virgen
¿Y las vistas? Mar, montes y Castro Urdiales allá abajo, con su inconfundible iglesia y el faro-castillo todo-en-uno.
Vista de Castro Urdiales
Por el otro lado, un ejemplo de eso que siempre me han comentado: que en las épocas buenas en Castro Urdiales se les fue la mano un poquito urbanizando. Así ahora está la justicia detrás del tema porque me parece que allá donde hay mucha construcción, recalificación y movimiento de pasta, la gente honrada se puede contar con los dedos de una oreja.
Construcción en Castro Urdiales
Sin embargo no eran las vistas lo mejor del lugar. Lo mejor, sin duda, fue la compañía. Verlo vosotros mismos, aquí las tenéis preguntándose qué coño hará aquí el tío este de poco pelo a estas horas, con este frío y con ese cacharro negro en las manos.

Obras urbanas

Cada vez es más habitual encontrarse en la ciudad con obras de arte urbano, elementos decorativos no oficiales incorporados por sus propios pobladores. Estas obras pueden ser completamente nuevas o hechas a base de tunear alguno de los elementos de la villa. Por poner un ejemplo, valga esta reutilización de un poste en una calle de Arlés.
Obra urbana en Arlés I
También las podríamos calificar ateniéndonos al gusto estético de los autores. Pueden ser de buen gusto, como la anterior, o de un mal gusto supino como la siguiente. Qué le vamos a hacer, si algunos siguen con la misma fijación entre ceja y ceja…
Obra urbana en Arlés II

Plaza Nueva de Bilbao

En Bilbao Plaza Mayor no tienen, pero la Plaza Nueva del casco viejo podría cumplir con esa misión perfectamente. Cuadradita, llena de soportales, el día que por allí nos acercamos estaban de fiestas y por la noche tocaba concierto en el escenario allí montado.
Plaza Nueva de Bilbao I
Diosssssss… esto es lo mío. Plaza Mayor, terraza, pinchos, cañas, tapas…
Plaza Nueva de Bilbao II
Y mira tú que además de estarse bien, los pinchos estaban ricos y no nos pegaron un clavo. Curiosamente, más baratos que en muchos de los baretos de Santander, que por no tener no tienen ni terraza ni vergüenza.
Plaza Nueva de Bilbao III
Una muestra del ambiente en la zona. Como es habitual nos entretuvimos paseando acá y allá, cuando llegamos a la Plaza ya era tarde y no había la típica aglomeración de gente tomando vinos a las dos de la tarde. Aún así se veía bastante animación.
Plaza Nueva de Bilbao IV
Con eso de las fiestas tenían las calles preparadas para recibir una avalancha de gente. Gente que come, bebe y mea, de modo que en una esquina había este meadero portátil, llamativo por estar totalmente descubierto y a la vista de todo el público que por allí pase. Pues no sé yo… con lo recatadito que soy para estas cosas, poca ilusión me haría miccionar con la venia del respetable. Es más, con la suerte que tengo seguro que cuando llegara mi turno aparecía como poco la excursión de un colegio de monjas para visitar la plaza y un autobús lleno de japoneses cargados de cámaras…
Meadero en la Plaza Nueva

Encontré la B

Camino por el centro con los ojos bien abiertos a la búsqueda de alguna presa que no tarda en aparecer. Allí está. Una letra B de color blanco luce hermosa sobre las escaleras. Saco la cámara y por ella. Es otra de las «27 letras» que el Desvelarte 2013 fue sembrando por la ciudad.
Esquinita de Santander
Sólo que esta viene con mensaje, muy apropiado en épocas en que la voracidad municipal, autonómica, nacional y europea erosiona los bolsillos de los contribuyentes, apretando más cuanto peor van las cosas. Ese imparable crecimiento de la economía sumergida favorecido por las incontables normativas, regulaciones, tasas, impuestos y demás que nos encontramos hoy en día. Si a la gente se lo pones cada vez más difícil, normal que el personal se busque una forma de vida más simple, sencilla y rentable. Pero que conste que yo no invito a nada, que luego siempre me ponen de mal ejemplo y yo soy un angelito.
Paga en B

Con los labios pintados

Hace años hablaba ya de algunos que iban «a mala idea» pintándole los labios a una estatua marinera en Galicia. Hace unos días aireándome por la calle Reina Victoria me topé con este busto de Baldomero Eugenio Fernández Moreno, que viene siendo un poeta nacido en Argentina pero de padres cántabros, pasaba épocas por aquí, era médico rural y en los ratos libres se dedicaba a escribir. Entre su obra hay un par de obras relatando sus andanzas de niño por Cantabria, quizá por eso le han dedicado la estatua.
Busto de Baldomero Eugenio Fernández Moreno I
Me acerco, me fijo y… ¡anda! Los que pintaron la estatua gallega han debido pasarse por aquí de vacaciones (a mi no me miréis), porque le han aplicado el mismo tratamiento a ésta…
Busto de Baldomero Eugenio Fernández Moreno II

Fina y elocuente

Viendo la calidad expresiva de la pintada ya me imagino la conversación:

– Ola que ase
– Pscha, una pintá
– Y que dise
– Ya tu sabe cuanto quieras

No sé cómo a los académicos de la RAE no les da un infarto de miocardio cada vez que salen a la calle…

Pintada penosa

Otra iglesia rupestre

Seguimos de excursión por la zona de Valderredible, seguimos a la busca de cosas que retratar y un cartel aparece señalando la existencia de una iglesia rupestre en Arroyuelos, que viene siendo este pueblecito.
Arroyuelos
Pasando el pueblo continua la carretera en dirección al monte y una vez allí encontramos la iglesia que si, se distingue bien lo rupestre que es porque la excavaron en un pedazo peñasco enorme.
Ermita rupestre de Arroyuelos I
¿Un agujero? Cuatro piedras, una ventanita y asunto arreglado. Por aquí ya no entra el frío.
Ermita rupestre de Arroyuelos II
En el suelo de la entrada unas tumbas excavadas como la de San Pedro de Rocas.
Tumbas en la roca I
Se ve que por aquellas épocas muy largos no eran. O eso, o los plegaban para enterrarlos. Y muy exigentes tampoco debían ser porque como última morada ésta resulta ligeramente dura, incómoda y húmeda.
Tumbas en la roca II
A diferencia de la iglesia rupestre de Cadalso, en cuyo interior se podía ver un altar y diversos elementos que hacían suponer su uso como ermita, ésta estaba completamente vacía por dentro. Lóbrega, oscura, con musgo y sin nada más.
Interior de la ermita I
Había una entrada en la pared a mano izquierda. Aquí no sé si es donde ponen el altar o con una silla y un biombo el cura puede improvisar un confesionario. Va a ser complicado averiguarlo porque si la usan un día al año me parece que ya es mucho.
Interior de la ermita II

El puñetero empedrao

Esto de los pueblos con encanto está muy bien, que los conserven como eran, con el aspecto antiguo y ese aire retro. Las casas, los tejados, las fachadas, los portales, todo nuy bien… hasta que llegamos al suelo. Ay madre, qué mal se anda por ese empedrado lleno de adoquines, que cada paso quiere mandarte el pie a un lado distinto.
Suelo empedrado en Santillana del Mar II
Fotogénico es un rato, pero claro, mientras sacas foto no andas y no se nota. En cuanto das dos pasos, ay, ay, ay, qué incomodidad. Y si a mi me parece un sufrimiento, no os quiero ni contar cómo lo debe pasar una mujer que ose adentrarse por tales callejuelas calzada con tacones. Mejor que se descalce y salga pitando, que los esguinces son muy malos compañeros de viaje.
Suelo empedrado en Santillana del Mar I

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