Visto el asunto de los dos barcos naufragados en la playa de Somo, el último día del mes de enero en el que la página Tabla de mareas preveía una marea baja excepcional con un coeficiente de 111 cuando el máximo es 121 madrugué como un campeón (debí levantarme a las 9:30 por lo menos) para poder estar en el punto justo del arenal a eso de las 10:45 que era cuando el agua marcaría su punto más bajo.
Ya en Pedreña se notaba que allí faltaba agua por todos lados. Normalmente, toda esta ría (o bahía, o lo que sea) suele estar llena de agua e incluso circulan barquitos. Como es una panorámica, pinchar en ella con el ratón y la veréis en grandote.
En esos momentos lo de los barquitos navegando evidentemente iba a ser que no. Qué barbaridad, qué marea baja más baja.
Llego a Somo. Aparco. Enfilo hacia mi destino siguiendo las indicaciones de una foto sacada del Google Maps. Epoca de mareas altas, temporal e invierno (que no limpian las playas) es igual a quintales de mierda sobre la arena. Prueba gráfica número uno.
Y prueba gráfica número dos. Por lo menos no apareció ningún ternero muerto, como ya he visto otras veces. Emprendemos la caminata por ahí hacia el fondo hasta llegar al primer chiringuito construido en la arena. Justo un poquito antes hay una desviación a mano derecha que debería tomar para cruzar una duna y aparecería delante mismo de los restos del Antártico.
Eso hice, pero en cuanto asomé toma decepción. Aquí no hay nada. Bueno, nada no, algo se ve allí entre las olas.
Pues si. Una esquinita del casco de Antártico que sobresale, porque eso no es una piedra ni tiene forma natural.
Más a la izquierda, cuando las olas lo permitían asomaba ligeramente también otra punta del casco (se ve malamente en el centro)… y eso fue todo lo que pude ver. Total, que ya sé donde está el Antártico y también que incluso con marea bajísima no reaparece. Podría meterme en el agua para acercarme y sacar alguna foto más, pero experiencias pretéritas desaconsejan notablemente todo lo que sea acercarse a un pecio hundido con corrientes alrededor sin la adecuada concurrencia de los socorristas de la Cruz Roja en las cercanías, aunque sólo sea por no darle un gustazo a mi suegra.
Aunque el resultado podría parecer decepcionante, no quedó aquí la cosa. Hubo más descubrimientos ese día, pero para verlos habrá que esperar a la siguiente entrada.