Pues eso es lo que va a pasar con éste arbolito situado justo delante del Planetarium santanderino. Una de sus ramas ha decidido pedir la independencia del tronco principal sin referéndum ni nada y se ha desgajado. Supongo que a dÃa de hoy ya habrán pasado por allà los operarios del ayuntamiento con su motosierra y de la rama no queda ni una astilla.
Menos mal que no pilló a nadie debajo, porque aquello de «quien a buen árbol se arrima buena sombra le cobija» será cierto a veces, pero en este caso más me inclinarÃa por «quien a buen árbol se arrima buen dolor de cabeza le bendiga».
Las vidrieras del Casino
Varias veces he ido a eventos variados organizados en el Casino de Santander y siempre que entro me quedo un rato embobado contemplando las vidrieras. A mi eso de los cristalitos de colores me pierde, fijaros qué escaleras, qué maderas y qué cantidad de colorines.
Esta es la vidriera grande. En ella se pueden ver señoras, rosas de los vientos, palomitas, escudos y más elementos.
En la parte superior del hall hay varios rosetones pequeños, bonitos y coloridos también pero no es lo mismo.
Yo me quedo con las otras que tienen más chicha. Aquà una señora (o señorita) ligera de ropa. Menudo trabajo habrán pasado para hacer todo esto.
Y una de las palomas que se veian en las primeras fotos. Todo a base de trocitos de cristal de diferentes tonos y colores unidos con cintas de plomo. Un curre de cuidado pero la mar de fino.
Ojalá pudiera decir lo mismo de la iluminación exterior que le ponen en verano, porque el sonrosadito de la fachada se me atasca en el ojo cosa mala…
Ay madre, ay madre, ay madre…
Ay, ay, ay, ay… que viene la Pantoja en verano, ella, con su bigotón (qué milagros hace el Photoshop), quien sabe si vendrán también Cachuli con sus pantalones por encima del ombligo y PaquirrÃn el DJ al que en Galicia echan a botellazos y huevazos, sólo falta el Gayoso de Luar haciendo las presentaciones para una jornada completa.
Qué venga también la hija, recién aumentados sus «atributos pectorales», si se reconcilian a la orilla del Sardinero hasta pueden montar un culebrón y menuda propaganda para Santander…
Otra de las que me gustan
Una de las ventajas de andar por el mundo a la buena de dios, sin rumbo y sin buscar información previa es que muchas veces ni siquiera sé lo que me voy a encontrar y la sorpresa es mayor. Como el dÃa que rondaba los alrededores de Torrelavega. Al entrar en Tanos aparece esta pedazo estatua hecha con mi querido hierro oxidado. Madre de dios, qué barbaridad…
Y no es pequeñita precisamente, sus buenos diez metros de alto debe medir. En cuanto la cruzas pasas a una nueva dimensión de acojone y sinpalabrismo. La miré, remiré, me di una vuelta completa a la rotonda, seguà sin encontrarle ningún sentido pero por lo menos queda documentado y bien documentado en fotos no vaya a ser que mañana me levante y piense que lo he soñado.
¿De qué me suena ésto?
Con tanta manifestación artÃstica y chorrada variada cualquier dÃa voy a tener un castañazo con mi vehiculÃn. Llegando a la rotonda que hay delante del Palacete del Embarcadero y asà por el reojillo se me cuelan un par de «elementos pintorescos no habituales» que me hacen perder la concentración. Dicho con otras palabras, que me pongo a verlos en vez de mirar hacia donde deberÃa para no comerme al coche de delante en caso de que frene sin avisar.
Si es que a mi no me pueden poner cosas como éstas al alcance de la vista, que me despisto fácilmente. ¿De qué me suenan…? Si, claro, de las pacas de hierba más felices del mundo (excepto una) que vimos cerca de Argüeso. ¡Nos invaden! ¡No sólo están en el campo, además se vienen a la ciudad!
¿Será una manifestación artÃstica espontánea? ¿Será parte de un hipotético Desvelarte 2014? Un dÃa después seguÃan allÃ. No es que las hayan girado, es que tienen sonrisa por un lado y por el otro para contagiar su alegrÃa a todos aquellos que visitan el Palacete o llegan en las Pedreñeras. Seguiremos investigando, a ver qué novedades traen.
Productos de Cantabria
Una vez más en Limpias, una vez más dándole al chocolate con churros y picatostes. Finalizado el condumio solemos darnos una vuelta para empezar a bajar todas las calorÃas ingeridas aunque poco paseo hay por los alrededores de la plaza donde están los merenderos chocolateros. Puedes acercarte a iglesia (siempre la encontré cerrada), un riachuelo y una caseta, que aunque también está cerrada se puede leer por fuera «Productos de Cantabria».
Cerrada no, lo que está es abandonada. Desde fuera aprovecho una abertura en la puerta para fotografiar el interior. Neumáticos. Muchos neumáticos. ¿Estos son los productos tÃpicos de Cantabria? ¿Será porque la Bridgestone tiene una fábrica en Puente San Miguel?
Somo: por fin hay cambios
Con el solazo que hizo el pasado fin de semana hubiera sido un pecado no aprovechar para ir a la playa aunque sólo sea para dar un buen paseo. Para bañarme aún no estaba el tiempo, sobre todo por el viento fresquito traÃdo por la bruma en el horizonte. A Somo nos encaminamos y sorpresa al llegar, hay una enorme duna artificial al principio de la playa. Donde antes habÃa una bajada hacia la arena, ahora hay un montÃculo elevado.
Para poder llegar a la orilla primero hay que hacer montañismo, subir la duna y bajar al otro lado. Los famosos chalets a los que el mar se les llevó las terrazas siguen prácticamente igual. Bueno, igual no, ahora sin vistas desde la planta baja.
Por el otro lado de los chalets está la entrada habitual a la playa. Ahora, entrada para escaladores.
Unos tubos enormes nos dicen quien es la responsable de tanta arena acumulada: la draga que antes pasó por el Sardinero, luego por la Magdalena y se ve que también le ha tocado a Somo. Hay una excavadora en una esquina, me imagino que para distribuir la arena de manera más uniforme.
Desde el otro lado la playa recuperaba su aspecto casi normal. Gente disfrutando del sol, cielo azul, buena temperatura, vamos a pegarnos una buena caminata hasta la otra esquinita frente a Santander que es un ejercicio muy sano, se respira un montón de aire fresco, las vistas son una maravilla y el gobierno aún no aplica una tasa por «Disfrute de espacio marÃtimo festivo».
Cada dÃa viajar es más caro
DecÃan en un periódico que viajar en coche es un 57% más caro que hace tres años. Les tengo que dar la razón totalmente, yo también he ido notando cómo poco a poco cada vez te van sableando más y más por todos lados. El coche cada vez cuesta mantenerlo más entre impuestos, revisiones y demás. A la gasolina le han pegado una subida a mano armada gracias a que su distribución sigue siendo un monopolio y los de Defensa de la competencia son los únicos que no notan nada raro con los precios. Peajes por todos lados, fijaros lo que toca si quieres ir de Santander a Burdeos: 26,25 euros a pagar simplemente por usar la carretera (más otros 26,25 euros a la vuelta).
Ya sólo falta que pongan peajes en las autovÃas, que tantos y tantos tenderos y restauradores sigan con esa costumbre de «ave de paso, tiro que lleva» largando clavos a diestro y siniestro para que al final nos acabemos hartando y nos quedemos en casa sin consumir más que lo necesario. Entonces ya llorarán, ya. Bueno, más bien le pedirán al gobierno que saque una normativa que haga obligatorio salir de viaje una vez al mes para ayudar a mantener la economÃa.
Aunque bueno… si sólo fuera viajar lo que se está poniendo cada vez más caro…
Llega La Sureña
A Santander, la ciudad del viento sur, acaba de llegar «La Sureña». Es una franquicia tipo «100 montaditos» basada en cervezas tiradas de precio (cubos con cinco botellines de cerveza por tres euros) y tapas buenas, bonitas y baratas. El viernes pasado vimos en la Plaza del Cuadro, pleno centro de Santander, cómo acababan de adecentar a toda mecha un bajo que llevaba tiempo vacÃo.
Ahà lo tenéis, maquinaria, estanterÃas, el cartel aún sin poner… ay, qué daño le van a hacer a todos esos locales acostumbrados a soplarte dos euros por una miserable caña, esos que ni tapa, ni unas mÃseras aceitunas ponÃan como compañÃa.
Abrieron el sábado y el domingo ya estaba a pleno funcionamiento, llenito y con un montón de gente sentada en las mesas de fuera, los taburetes e incluso los bancos de la plaza.
No sé si hay viviendas que den hacia la plaza, si es asà que se vayan olvidando de la tranquilidad que tenÃan hasta ahora porque imaginaros cómo se va a poner esto en verano, el personal fuera dándole a las cervezas y a la cháchara, niños berreando y a pelotazos con todo lo que se mueve, un calco de lo que pasa actualmente en la plaza de CañadÃo.
Faro y reloj de sol
Sigo coleccionando fotos de faros allá donde voy. Si paso por Biarritz, teniendo faro era sabido que le iba sacar unas cuántas fotos. Aunque ya salieron en un par de entradas (ésta y ésta otra) hoy toca una aproximación descriptiva y novelada. Asà se ve desde la «Grande Plage«, por situación y dimensiones, el equivalente francés del Sardinero santanderino.
Como uno es muy de gastar zapatilla, nos fuimos andando hasta el final de la playa cruzando un pasadizo en la roca que hay más o menos por la mitad. Subimos unas escaleras de piedra, otros quinientos metros de caminata para desesperación de la parienta y finalmente aparecimos en lo alto de la Punta Saint Martin al pie de un faro enorme, grandote y pintado de blanco, que asà a bote pronto por la forma y color me recuerda más a los faros portugueses que a los españoles.
En España tienen la fecha de construcción en la veleta. Aquà optaron por facilitar las cosas y pintaron el año en la base del faro. Digo facilitar porque en los nuestros cuesta lo suyo verlo. Generalmente saco una foto, la visualizo en la pantalla de la cámara, hago zoom a todo lo que da y asà puedo leerlo, sino ni de coña podrÃa distinguir un numerito pequeño embutido en la flecha de una veleta.
A continuación leo un cartel que hay allà al lado y dice que el faro se puso en funcionamiento el uno de febrero de 1834. Vale… pues ya podÃan aclarar entonces a qué viene el 1831, que me quedo con la duda e igual no duermo hoy por la noche con la preocupación.
Fijaros en la linterna del faro. ¡Gente! ¡Hay gente! ¿Qué quiere decir eso? Que es visitable, pero por raro que parezca esta vez no subÃ. Entre que habÃa que esperar un rato, la caminata anterior, que la parienta estaba más cansada y la tendrÃa que dejar sola abajo, al final se quedó para la siguiente visita.
El faro está en medio de un pequeño parque donde también se encuentra la hélice del Frans Hals que se distingue arriba a la derecha y ésto otro, un reloj de sol con un diseño que nunca habÃa visto. Esa pieza central que tiene grabada una lÃnea recta tiene también grabadas una serie de fechas. Se trata de ponerse con los talones apoyados en la fecha más proxima a la del dÃa de hoy y (se supone) tu sombra indicará la hora en uno de esos pivotes pequeños del borde, que tienen un número grabado.
Aquà las instrucciones en francés, que aunque no sea lo mÃo se entiende bastante bien. Esto indica la hora solar local. Luego hay que transformar la hora solar en la hora real y ahà siempre me lÃo, no sé si es una hora más, una menos, dos más o una menos por la mañana y una más por la tarde… si me fÃo de un reloj asà al final acabarÃa viviendo en la hora de Irán.