Como pasa el tiempo

Parece que fue ayer, y hoy, exactamente hoy, se cumple un año exacto desde que aquel seis de agosto de 2011 emprendimos la aventura del traslado. Buen momento para hacer una breve recapitulación sobre lo sucedido en este añito que me ha pasado volando. Nuestro plan a grosso modo consistía en pedir el traslado de la parienta a un sitio lo más cercano a Santander, encontrar casa por la zona, vender la casa donde vivíamos, hacer la mudanza, encontrar trabajo para mi, integrarnos en la nueva comunidad, encontrarnos a gusto y dedicarnos a recorrer toda esta zona. Como fui relatando al principio del blog, todos estos puntos fueron saliendo bien uno tras otro. A día de hoy sólo queda por cumplir lo de encontrar curre para un servidor, algo que en el contexto económico actual y viendo todo lo que está pasando a nivel de empresas ya sabíamos que probablemente fuera el más complicado. Cantabria en ese aspecto está como Galicia, poca oferta y con la nueva reforma laboral las empresas aprovecharon más para largar que para contratar. Pero bueno, como siempre obramos con bastante cautela a la hora de comprar piso y casa, no nos embarcamos en hipotecas imposibles ni pedimos créditos para teles de plasma, irnos el Caribe o comprar un Audi más grande que el del vecino, a día de hoy no tenemos deudas y ajustando un poco el presupuesto vivimos holgadamente con un solo sueldo.

Preguntada la parienta si echa de menos algo de Galicia, me afirma y proclama con rotundidad que salvo un par de amigas, nada más. Ni siquiera saber cómo acaba el culebrón del Gaiás y su ciudad de la cultura con sus edificios que sí pero no, que no pero sí, que sirven para algo pero aún no sabemos para qué. Al final acabarán siendo las pistas de skate mas caras del mundo, ya lo veréis…

En el trabajo ha mejorado un montón, en los temas de casa también (al estar un servidor libre, todas las tareas de intendencia recaen sobre mi), le encanta ésto y acostumbrada desde joven por temas de estudios y trabajo a vivir de la ceca para la meca cada pocos años, me sorprendió enormemente su capacidad de adaptación, organización y disposición al trasladarnos. Su principal pero es que en Santander sólo hay un par de centros comerciales pero cuando le entra el mono pegamos un saltito en dirección Bilbao y hay bastantes más. Solemos rematar la faena acercándonos al centro, paseando un rato por los alrededores del río…

…pasando por debajo de la araña en el exterior del Guggenheim…

…y finalizando con una buena comida en el Café Iruña.

A mi al principio se me hizo raro. Llevaba toda mi vida en Vigo o alrededores, pasé de currar a toda mecha hasta casi el último día a trasladarme, parar mi actividad de golpe, no saber ni donde está el supermercado, tener que arreglar mil asuntos, papeleos por aquí y por allá… si le sumamos que llegaba algo quemadito por temas varios, se me hizo algo cuesta arriba y costó un poquito arrancar.

Quienes mejor se adaptaron fueron los dos perros: hace sol, hay hierba para tumbarse a la bartola, comida gratis, bebida gratis, les sacan de paseo, hay prados y playas enormes donde correr, hacen nuevos amiguitos, no tienen que pagar nada, así también firmaba yo. Es más, la perra ha cumplido diez años con nosotros y hasta le hemos celebrado el cumpleaños. Cualquiera que nos vea pensará que tenemos un tornillo flojo pero mira, lo pasamos bien que es lo que cuenta.

¿Que si echo de menos algo de mi vida anterior en Galicia? Según llegamos me notaba fuera de lugar y sentía un poco de morriña. Conforme fue pasando el tiempo le empecé a coger el gustillo a la ciudad, a cómo parece que la gente vive sin saber lo que es el estrés, a esa cultura de paseo, vino, pinchos y cháchara por todos lados…

…a la zona rural donde residimos, a pasear por prados entre vacas, con catorce cigüeñas a cien metros, un milano en el cable de la luz y vencejos revoloteando a mi alrededor, a irme a la playa con los perros y hacer kilómetros sobre la arena asombrándome hasta con las reuniones de cangrejos…

…al clima más suave que el de allá, al agua impresionantemente buena de la playa, he ido descubriendo miradores, bosques, montes, restaurantes, etc. Total, que si me dan a elegir quedarme o volver, de momento también me quedo sin dudarlo.

Llega el segundo año. Este debería ser el del despegue, todo organizado, más tiempo para viajes, rutas, recorridos, montañismo, fotos, fotos y más fotos, si además aparece ese curre ya sería la releche. Y si no tampoco me importaría que me toque la primitiva, que no le hago ascos a nada…

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