Uno de los primeros fines de semana de febrero nos pegamos un saltito a Gijón. Ciudad más maja, oigan, llana, bonita, muy cuidada, muchas cosas que ver y que comer. Por si fuera poco, ese dÃa habÃa alerta por temporal y aunque prácticamente no llovió más que unos chaparrones, el mar daba un espectáculo impresionante.
La playa de San Lorenzo, la principal de la ciudad, está orientada al norte y hacia mar abierto asà que entraba el oleaje que daba gusto, batÃa contra los muros, contra las rocas, saltaba al paseo marÃtimo y nos dejaba a todos boquiabiertos.
Desde la otra punta se veÃan olas, olas y más olas con el viento llevándose la espuma de la parte superior.
Fijaros cómo estaba la cosa que en la Plaza Mayor tendrÃa que haber un mercadillo y lo único que encontramos fueron dos carteles como este.
¿Que no se puede nadar? ¿Que no se puede navegar? Pues nada, ¡a la pastelerÃa más próxima para celebrarlo (mi deporte favorito)! Aquà tenéis la merienda del sábado, un par de casadielles y un par de carbayones, dulces como ellos solos. Recordad: allá donde fueres, come lo que pudieres.
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