Cuando vi el puerto de Bakio desde un mirador vecino me sorprendió lo bien resguardado que parecÃa, parapetado tras un cabo y con esas lastras delante del espigón, un muro ancho, alto y curvado. Se supone que las lastras deberÃan cortar la fuerza de las olas y el espigón frenarlas del todo.
Pero ni con esas. Llegados los temporales de febrero, otro pueblo más que no se libró de sufrir su correspondiente ración de destrozos. Palabrita que mientras vivÃa en Vigo ni por asomo me imaginaba que el Cantábrico pudiera hacer ésto, lo tenÃa por un mar mucho mas formalito y tranquilo.
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