Ya ni recuerdo cuando fue la última vez que habÃa ido al cine. Fue en Galicia seguro, porque aquà no habÃa pisado ninguno. Varias cosas me tiraban para atrás. Una que la mayor parte de las salas están en centros comerciales (Hipercor y Peñacastillo) y son las tÃpicas salas frÃas, industriales, muy sosas y con sus pandillitas de adolescentes descerebrados. Otra, MUY GORDA, es que intenté encargar unas entradas por internet, que si el dÃa, que si ahora las salas tienen una zona VIP en el centro por la que te cobran más, que si la mordida del intermediario (hay que joderse, aquà todo dios a meter mano en el mismo bolsillo) y cuando me salen ¡¡¡17,60 euros!!! por dos entradas para ver una simple pelÃcula casi me da un soponcio. Les van a dar PorculÃn Vitaminado en supositorios, no te jode, casi tres mil pelas por una pelicula. Hace poco, en la Fiesta del Cine 2013 bajaron las entradas a 2,90 euros un lunes, martes y miércoles. ¿El resultado? Aumento de espectadores en un 550%. Y se seguirán preguntarán porqué hay piraterÃa: porque al precio normal, el cine en España es un atraco. ¿Queda alguien que se crea que hoy en dÃa una familia de dos personas y dos hijos van a gastarse seis mil pelas para ver una sola pelÃcula (más el atraco de las palomitas, no lo olvidemos)?
A eso le sumamos finalmente que los tÃtulos actuales no es que me resulten demasiado atractivos, malacostumbrado como estoy por la parienta que me hizo ver un montón de pelÃculas clásicas de esas que narraban una trama con enjundia y no lo dejan todo a los efectos especiales, las persecuciones y los tiros sin sentido.
Total, que no recuerdo donde ni cuándo cayó en mis manos un folleto con la programación del cine Los Angeles y me hizo volver el antojo de ver alguna peli en pantalla grande. Investigando, en Santander además hay otras dos salas de cine no tan comerciales ni tan industriales, los Cines Groucho y la Filmoteca de Cantabria.
Llega un domingo de esos lluviosos que no sabe uno ni qué hacer. ¿Vamos al cine? Pues hala, vamos. Para reservar entradas no hace falta conectarte a internet, llamas por teléfono ¡y te atiende una persona! IncreÃble. Hasta hablas con ella, te pregunta si quieres alguna situación en concreto y te guardan las entradas directamente en la taquilla. Concretamente estas dos, grapaditas y con mi nombre escrito en la parte de atrás. Llegas, preguntas y pagas cuatro euros ochenta por cada una, sin ningún recargo porque los del cine le encarguen la venta a otros para quitarse trabajo pero cargándote a ti una comisión por ello.
Ostras… una pantalla como las de antes… y la pared de maderitas… y un montón de plantitas bajo la pantalla… madre mÃa, fue como si retrocediera veinticinco años hasta aquellos cines de mi Vigo natal, el cine Ronsel, el cine Vigo, el Odeon, el Tamberlick, por suerte en el Cine Los Angeles no tenÃan butacas de los años del nodo en las que se te hundÃa el culo hasta el infinito y más allá ni un perenne olor a humedad como en los cines de mis recuerdos. Aquà butacas limpias, cómodas y ningún olor. Bueno, ninguno salvo el de la chica que se me sentó al lado. Veintipocos años y un olor a sudado como si no hubiera tenido otro contacto con el agua desde el bautismo.
Proyectaban «La espuma de los dÃas«. Francesa, con la protagonista de «Amelie» (una de mis debilidades), una historia imaginativa y distinta aunque al director parece que se le fue un poco la mano con la imaginación a lo largo de los minutos.
Al final salimos contentos, entretenidos y volveremos sin dudarlo. Tiene bemoles la cosa, están en la calle Ruamayor, bien cerquita del ayuntamiento, por allà habré pasado unas cuántas veces y nunca los habÃa visto. Nada como andar por las calles con el cerebro en off para que pasen estas cosas.
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