Empezamos hoy con el relato novelado de la que de momento es mi última aventura montañera, hazaña épica que finalizó con gloria y regocijo pero en la que hubo ingredientes como para acabar francamente mal. Total, ya que me estoy acostumbrado a arriesgar el pellejo de cuándo en cuándo, ¿porqué no hacer lo mismo también monte arriba y monte abajo?
Vayamos con la historia. SabÃa de la existencia de una ruta llamada «los ojos del diablo» en los alrededores de Sonabia. Se trata de subir al Monte Candina y en lo alto hay un arco de piedra que ejerce como mirador. Ese arco tiene otro hueco en la roca a su lado y ambos son «los ojos del diablo». Para quien no conozca la zona, éste es el Monte Candina visto desde Sonabia con tres puñeteros cables en la parte superior derecha que siempre aparecen en los lugares más insospechados.
Arriba a la izquierda se aprecia un pequeñÃsimo hueco en la roca. Si ampliamos, se verÃa algo asÃ. Ese es el mirador y la ruta consiste en llegar ahÃ. Se ven revolotear un par de pájaros. Son buitres, que anidan en el barranco.
Normalmente la gente aparca del otro lado del monte. Hay un parking señalizado justo donde empieza la ruta, al final de un puente en la carretera nacional que cruza la autovÃa por encima. Esa es la subida por la cara sur, mucho más fácil. Yo, como soy un ser tipo AA (Aventurero y Alelao, justo a medias) primero fui a echar una ojeada por el lado norte que da al mar. Fijaros qué panorama, qué lugar tan espectacular, qué colores… y me cegué. Coño, ¿pa qué vamos a subir por la parte más fea si por este lado hay unas vistas preciosas? Allà al fondo veo gente asà que se debe subir por aquà también. Primer error.
Huy, si, mira qué camino más majo. Y va hacia lo alto, por aquà se va fijo. Hala, vamos caminando pasito a pasito y sacando fotos que menuda colección de postalitas voy a sacar de esta ruta.
Poquito a poquito vamos ascendiendo, poquito a poquito vamos recorriendo la ladera del monte. Algunos paisajes me recordaban un montón a Galicia, como estos helechos al lado del mar. Calcadito a más de un monte de las RÃas Altas.
Tras un primer tramo de leve ascenso, las cosas iban complicándose algo más. Llegamos a un lugar donde no hay que caminar, hay que ejercer de cabra entre los riscos. Sudando ya como un cerdo, porque aunque el cielo estaba neblinoso, el ejercicio y la buena temperatura me hacÃa transpirar abundantemente. Me habÃa llevado la botella de dos litros de agua asà que bebÃa, bebÃa, bebÃa y bebÃa sin cortarme un pelo. Segundo error, como más tarde se verá.
Finiquitada la ascensión llegamos a un mirador desde el que se divisa el Monte Buciero allá al fondo, y la playa de Laredo. Impresionantes vistas, os lo garantizo. Más o menos una hora de camino se invierte en llegar aquÃ.
La persona que está en lo alto del mirador habÃa ido con su mujer. Estaban sacándose fotos el uno al otro y el otro al uno, asà que me ofrecà a sacarle una a los dos juntos y de paso nos pusimos de cháchara. El era montañero y me comentó que desde aquà no se podÃa llegar directamente a los ojos del diablo. Una de dos, o bien retroceder y subir por el lado sur, o bien habÃa que circundar un buen trozo del monte para luego subir hasta arriba del todo con tramos de escalada más que de subida. Mal me lo pintaba, asà que estaba por desistir. Donde sà puedes ir es hasta un peñasco que se veÃa al fondo a la derecha, desde allà hay unas vistas aún mejores, me dijo. Pues vale, allá vamos. A punto de llegar veo algo extraño en la ladera. ¿Qué son esos puntitos chiquititos a media altura?
Foto, ampliación y mira tú, mis amigas las cabras.
Vaya si eran mejores las vistas. Acantilados abruptos, árboles colgando del vacÃo, mar azul, colores vivos, peñascos, una gozada para sacar fotos. ¿Véis ese corte en la roca arriba a la izquierda?
Pues en ese corte habÃan puesto una cuerda para ayudar a subirlo, porque eso de andar triscando a lo vivo al borde de un precipicio casi mejor dejárselo a las cabras de antes. Pero qué prudente parezco y sin saberlo iba directo no a los ojos del diablo, sino a la boca del lobo…
Una vez subido este repecho las vistas eran para quedarse allà un buen rato a disfrutar. Esto es lo que asoma cuando llegas al final del tramo de la cuerda.
Y esto un poquito más allá, aproximadamente hora y media desde el inicio de la ruta en Sonabia. Monte, pedruscos en primer plano, mar de dos colores, una peña, calas de arena, la playa enorme de Laredo y el Monte Buciero a la derecha. Un gustazo sentarse aquà al aire fresco, disfrutando del silencio y de un panorama precioso.
Hubiera estado mejor de haberme llevado el sombrero o en su defecto una crema solar, pero como el dÃa estaba bastante cubierto cuando empecé la ruta y no tenÃa le veÃa pinta de despejar, en el coche se quedaron. Otro error más. Por supuesto, y conociendo mi buena suerte, a la media hora de empezar a caminar se fueron todas las nubes y resplandecÃa el sol. Lo ideal para quien tiene una piel blanquita sin el más leve atisbo de melanina. Pero a grandes males, grandes remedios. Me habÃa llevado un forro polar por si en lo alto hacÃa fresco, de modo que le até las mangas, me hice un turbante y a la cabeza directo, cualquier cosa con tal de no freirme los sesos. Freir no te freirás con el sol, pero no veas el calor que da. Chorros de agua bajaban por mi frente. Menos mal, eso me impedÃa ver a todas las cabras escacharrándose de risa al ver a un tipo vestido de color verde fosforito con un turbante rojo en la cabeza. Menos mal que las cabras no saben usar un smartphone o ese dÃa yo hubiera sido «trending topic«, sección «el montañero más lelo del mundo mundial».
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