Ya de vuelta

Uno de julio, aquí estamos otra vez y con muchas novedades. Para empezar, el motivo de la desaparición es que a mediados de junio, y tras catorce años de acoso y derribo por parte de la parienta, un servidor daba el «si, qué remedio«, perdón, el «si, quiero». Con todos los preparativos, ir a un lado, a otro, papeleos, pruebas, preocupaciones y demás, vino la necesidad de unos días de vacaciones. Luego nos piramos de viaje mundo adelante a la Riviera Francesa donde perfeccionar el noble arte de no pegar un palo al agua, en el que me he especializado impresionantemente los últimos tiempos, visitando pequeños pueblos de vivos colores y aguas transparentes a la orilla del Mediterráneo. Ahí ya desconecté del todo, ni móvil, ni internet, ni blog, ni ná.
Pueblo mediterráneo
No veáis qué chalupas gasta el personal por esos lares. Y si te vas a un sitio pijo como Saint Tropez, mejor ni te cuento porque hay hasta atascos en el puerto.
Yates en St Tropez
Este viaje, como no, daría para escribir un libro entero. Pero resumiendo, vengo horrorizado de cómo estaban los pueblos franceses. Salvo cuatro cosas pensé que me habían teletransportado a Portugal y sus calles de adoquines, fachadas desconchadas, aceras levantadas, atascos de tráfico, playas de cantos rodados y demás. Pero lo peor no fue eso, si no que en la vuelta, a 150 kms de la frontera noto algo raro en el motor del coche. Paro, abro el capó y niños, si en vez de líquido del radiador encontráis una especie de colacao a presión ya os aviso que es malo, muy malo.
Tocata y junta de culata
Tocata y fuga de la junta de culata. Si hace unos años le dábamos el último adiós a Willy, hoy le damos el último adiós a mi Ford Focus, con sus once añitos y 337.565 kilómetros recorridos. Más de ocho vueltas completas al mundo había dado el muy jodío. Una pena, porque me hacía ilusión llegar al medio millón de kilómetros.

Cómo entenderse con el 112 francés (que sólo hablan francés) sin saber más que unas palabras sueltas de ese idioma, entenderse luego con el de un taller (que sólo hablaba francés) para que nos mandara una grúa y asì sucesivamente daría para escribir otro libro, pero de miedo. Nos llega a pasar lo mismo en Polonia y aún estaríamos allí…

P.D. Si os sobra un coche o tenéis uno a buen precio avisarme, que esto de verme reducido a peatón no lo llevo muy bien.

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