Volvemos de nuevo a una de esas series basadas en el modelo «sábado sin plan especial, me piro al campo y acabo subiendo un par de montes». Esta vez le tocó a la Ermita de las Nieves, al este de Ampuero, una excursión bastante sencilla y con unas vistas de impresión. Para que os hagáis a la idea, la ermita es aquel puntito mÃnimo que se ve en lo alto de la montaña de la izquierda.
Por suerte no hay que subir desde aquÃ, sino aún estarÃa caminando. Desde Ampuero sale la carretera CA-510, todo es seguirla hasta un punto donde una desviación a la derecha nos informa que cinco kilómetros más allá está la ermita. Seguà con el coche hasta este aparcamiento de tierra y el último kilómetro y medio (aproximadamente) lo hice andando. Hay otra opción, pero os la contaré más adelante. Ahora tan sólo hay que mentalizarse para llegar ahà arriba.
El primer tramo es un camino a la izquierda de la cabaña que se veÃa en la foto anterior. Luego otro tramo de subida ligera campo a través. Queda la última etapa, la subida gorda cuesta arriba.
Lo bueno que tiene al ir sin prisa es que te puedes parar cuanto quieras y disfrutar de unas vistas impresionantes. Mires hacia donde mires todos son espacios abiertos, montes, valles y el mar hacia el norte. Esta es la rÃa de Treto, con Treto, Colindres y el puente que los une a tamaño minúsculo en el centro de la imagen.
A la derecha el Pico Cerredo y a la izquierda Monte Candina, el famoso monte que me entretuve escalando a las bravas para poder ver los ojos del diablo.
El monte Buciero, al que no recuerdo cuántas visitas le he hecho pero sà sé que alguna más le haré.
Aquà otro esforzado que subÃa acompañado por su perro (una mancha blanca que se ve a la derecha del hombre). Tiene más mérito porque éste subió andando desde casi la desviación de la carretera general y eso son cinco kilómetros seguidos cuesta arriba, no como yo que me conformo con el último tramo.
Otra pareja nos contemplaba mientras pastaban tranquilamente. Se les nota que ya están acostumbrados a ver pasar gente. Normal, en el rato que subà me debà cruzar con unas diez o doce personas más.
Animo, que ya queda poco… pero todo cuesta arriba. No sé cómo lo hago, siempre que me meto a excursionar acabo pegándome unas panzadas de subir cuestas, laderas o escaleras que al dÃa siguiente no siento las piernas. Será cuestión de entrenar más, repetir más a menudo y asà el cuerpo «ou rompe ou racha», que dirÃamos en Galicia. O se acostumbra… o dice basta definitivamente.