A la Ermita de las Nieves (I)

Volvemos de nuevo a una de esas series basadas en el modelo «sábado sin plan especial, me piro al campo y acabo subiendo un par de montes». Esta vez le tocó a la Ermita de las Nieves, al este de Ampuero, una excursión bastante sencilla y con unas vistas de impresión. Para que os hagáis a la idea, la ermita es aquel puntito mínimo que se ve en lo alto de la montaña de la izquierda.
Ermita de las Nieves en lo alto del monte
Por suerte no hay que subir desde aquí, sino aún estaría caminando. Desde Ampuero sale la carretera CA-510, todo es seguirla hasta un punto donde una desviación a la derecha nos informa que cinco kilómetros más allá está la ermita. Seguí con el coche hasta este aparcamiento de tierra y el último kilómetro y medio (aproximadamente) lo hice andando. Hay otra opción, pero os la contaré más adelante. Ahora tan sólo hay que mentalizarse para llegar ahí arriba.
Aparcamiento junto a una cabaña
El primer tramo es un camino a la izquierda de la cabaña que se veía en la foto anterior. Luego otro tramo de subida ligera campo a través. Queda la última etapa, la subida gorda cuesta arriba.
Ermita de las Nieves en lo alto
Lo bueno que tiene al ir sin prisa es que te puedes parar cuanto quieras y disfrutar de unas vistas impresionantes. Mires hacia donde mires todos son espacios abiertos, montes, valles y el mar hacia el norte. Esta es la ría de Treto, con Treto, Colindres y el puente que los une a tamaño minúsculo en el centro de la imagen.
Vistas de Treto y Colindres
A la derecha el Pico Cerredo y a la izquierda Monte Candina, el famoso monte que me entretuve escalando a las bravas para poder ver los ojos del diablo.
Picos Candina y Cerredo
El monte Buciero, al que no recuerdo cuántas visitas le he hecho pero sí sé que alguna más le haré.
Monte Buciero
Aquí otro esforzado que subía acompañado por su perro (una mancha blanca que se ve a la derecha del hombre). Tiene más mérito porque éste subió andando desde casi la desviación de la carretera general y eso son cinco kilómetros seguidos cuesta arriba, no como yo que me conformo con el último tramo.
Otro que sube
Otra pareja nos contemplaba mientras pastaban tranquilamente. Se les nota que ya están acostumbrados a ver pasar gente. Normal, en el rato que subí me debí cruzar con unas diez o doce personas más.
Caballos en el camino
Animo, que ya queda poco… pero todo cuesta arriba. No sé cómo lo hago, siempre que me meto a excursionar acabo pegándome unas panzadas de subir cuestas, laderas o escaleras que al día siguiente no siento las piernas. Será cuestión de entrenar más, repetir más a menudo y así el cuerpo «ou rompe ou racha», que diríamos en Galicia. O se acostumbra… o dice basta definitivamente.
Subida a la ermita

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