Recordando la entretenida caminata que me habÃa pegado hace un año o dos en las inmediaciones del Faro de Cabo de Ajo, allá me fui con intenciones de recorrer acantilados, rocas, peñas, campos y playas aprovechando un domingo de sol mañanero. Pero con las ganas me quedé porque la puerta del faro ya no invita a la visita, como en la vez anterior, sino que estaba cerrada a cal y canto. Cachis la mar…
Qué se le va a hacer. Me voy a hasta un pequeño parking que hay en las inmediaciones y pasito a pasito (saltando alguna valla por el camino, pero eso no se lo digáis a nadie) dirijo mis pasos hacia la mismÃsima puntita del cabo.
Las vistas, como siempre, preciosas. A la izquierda acantilados, a la derecha se ve una pequeña cala (probablemente la playa de La Arena). Menudas vistas deben tener desde esas casitas en todo lo alto del acantilado que asoma por derecha.
A continuación otra pequeña punta y el Cabo de Quejo. En el saliente de delante se aprecia un caminito acabado en algo blanco, supongo que un vértice geodésico, un monumento o algo similar. La próxima vez que tenga ganas de andar un rato ya tengo un buen candidato para visitar y me entero de qué es esa cosa blanca.
Es estas faenas andaba metido cuando veo que de las rocas sale lo que parece un chorro de espuma convertido en un arcoiris por el reflejo del sol. Ostras, qué cosa más maja, vamos a ver qué es. Tiene que ser interesante porque arriba a la derecha hay algo como los restos de un mirador.
Efectivamente. Esto debió ser un mirador del que tan sólo quedan el recuerdo, una base de cemento y cuatro ladrillos en pie.
Aquà está más de cerca. Mirador construido apoyándose en una roca, suelo irregular no apto para montañeras con tacones y Cabo de Quejo al fondo.
En cuanto bajé un poco más, cambiaba el panorama notablemente. A esta zona le da muy poco el soy y mucho la espuma de las olas asà que las rocas estaban oscurecidas, húmedas y ligeramente resbaladizas. Sorpresón que de pronto aparece un túnel para pasar por debajo del acantilado.
Túnel que justo acababan de cruzar otros dos visitantes que se iban, asà que saqué la cámara y venga foto a ver si sale algo majo. Ni fú ni fá.
Allà paradito comprendà de donde venÃa el chorro de espuma que habÃa visto un rato antes. Aquà hay «bufones», grietas en el acantilado por donde la fuerza del mar hace salir agua de las olas a presión. Tremenda jodienda que habÃa empezado la bajamar hacÃa un buen rato y no conseguà retratar ningún chorro de espuma saliendo, pero sà se oÃa esto en bajamar (incluso al final se ve salir una ligera espumilla), imaginaros lo que se verá en una pleamar potente.
Como no podÃa ser de otra manera finalicé recorrido cruzando el túnel y subiéndome a una pequeña loma justo enfrente para retratarlo. Tiene una forma tan curiosa que parece como si la montaña llevara un antifaz.
Por su posición, si me hubiera limitado a caminar hasta la punta del acantilado no me hubiera enterado que debajo hay ésto. Gracias a ese chorro de espuma por descubrÃrmelo. Por cierto, buscando más información en casa me he enterado que se llama «La ojerada», si queréis ir o ver más imágenes no tenéis más que buscar en Google y hay un montón.