Tengo en mente un par de rutas montañeras y ahora que llega la primavera es el momento ideal para hacerlas. Claro que si unimos esa costumbre de andar por el monte a solas (para que no se rÃan de mi si me caigo por un barranco) a la otra tan habitual de perderme por todos lados, mala combinación tenemos. Y si a eso le sumas la pinta que tienen las montañas cántabras, como me pierda por una de éstas canales (los pasos entre montañas) no me encuentran ni en un año.
En previsión del tema y por si acaso, a la impedimenta habitual deberÃa añadir doble ración de agua, una manta térmica para no enfriarme por las noches, un gps, una brújula, un astrolabio, un sextante, un walkie, pilas de repuesto para todo, pastillas para la cagalera (nunca se sabe…), algo de comida, una muda por si las pastillas para la cagalera no hacen efecto a tiempo, la pulserita de «Virgencita que me quede como estoy», cinco euros por si me rescata la cruz roja poder comprarles un «Cupón del oro», calcetines de sobra porque mi madre siempre me previno que no anduviera con los pies mojados, cuatro collares dorados de la parienta por si me encuentro con una tribu escondida aún sin civilizar podérselo cambiar por comida, doble ración de pastillas para la cagalera porque no me fÃo de la comida que me puedan dar éstos, hojas de afeitar y aftershave para no parecer Tom Hanks en «Náufrago» cuando me rescaten … madre mÃa, qué duro es ser montañero dominguero para total sacarle cuatro fotos a un monte. Creo que este año me va a apetecer más la playa.
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