A la hora de pegar un salto asà de cafre como el que nos proponÃamos dar, varias eran las consideraciones previas al tema. Primero que habÃa que ahorrar algo de pasta para sobrevivir una vez establecidos en nuestro nuevo destino, y más contando que la parienta iba con trabajo asegurado pero yo no. Con paciencia y algo de ayuda por parte de la sección de premios del Ministerio de Educación (no es broma) se fue consiguiendo a pesar de la crisis. La Excel, ese invento del demonio que sirve principalmente para asustarnos al ver lo que se nos viene encima, finalmente nos dio su bendición.
La segunda consideración, mucho más importante que la primera, es que habÃa que vender la casa justo en la época en que no se vendÃa nada de nada de nada. Para poneros en situación, os presento mi ex-casita: dos plantas, 250m2, 800 metros de finca, zona totalmente rural, comprada hace nueve años a un precio más que asequible al habernos cruzado con un promotor medio crápula necesitado urgentÃsimamente de fondos.
Curiosamente se ve que tenÃamos todos los santos de cara, porque fue ponerla a la venta, nos llamó una pareja, vinieron a verla, a los cinco minutos de marcharse nos llamaron por teléfono haciendo una contraoferta (pidieron una mÃnima rebajita) y cerramos el trato. Ni crisis ni nada, vendida en una semana. Si es lo que digo yo, la parienta nació con el santo de cara y haga lo que haga siempre le sale bien asà que mejor me callo la boca y me quedo al rebufo que mejor me irá.