Ya Ãbamos tardando en visitar la Cueva de El Pendo. Que si el Soplao, que si las de Puente Viesgo, ésta en cambio la tengo a cinco o seis kilómetros de aquà y permanecÃa olvidada a pesar de ser nombrada por la Unesco Patrimonio de la Humanidad en julio de 2008.
No podÃa ser, de modo que un sábado a principios de junio nos fuimos a conocerla. Como siempre sin reserva ni nada que se le parezca, eso de avisar antes es de cobardes y donde esté la sorpresa que se aparte todo lo demás.
La forma más fácil de llegar es acercarse por la S-30, tomar la salida número 7 que pone CA-240 y seguir en dirección oeste hacia Arce. Todo recto hasta llegar casi a Desguaces Escobedo. A la izquierda aparece esta señal indicando el Alto de la Morcilla. A media mañana, ya con hambrecita, morcilla… casi mando las cuevas a tomar viento y nos vamos a papear algo.
Tres kilómetros por una carretera de monte, aunque bien señalizada, para llegar a un pequeño parking al pie de la caseta del guia.
Yo retrato hasta los carteles, para dar información y que la gente sepa cuándo ir, donde reservar o cómo ir vestido. Asà se evitan historias como las mÃas: aparecer dÃas que estén cerradas o ir sólo con una camiseta de veranillo cuando dentro de la cueva no es que haga calor precisamente.
Importante: hay una visita cada hora. PodrÃa ser a las en punto. PodrÃa ser a las «y media». Pues no. Es a las «y cuarenta». Adivinad quienes aparecieron por allà a las «y cincuenta».
El parking vacÃo. La caseta cerrada porque el guia estaba en medio de la visita. Pero no hay problema. Con un dÃa de sol precioso, nos sentamos en el pequeño muro de piedra que rodea el aparcamiento para disfrutar del entorno, del aire fresco y hacer un rato de fotosÃntesis.
Una vez concluida la visita anterior vuelve el guÃa a su caseta. Pagamos los tres euritos de rigor por entrar y bajamos por un camino entre árboles hacia la entrada de la cueva.
Entrada cerrada a cal y canto con doble verja. Esta es la primera, justo donde acaba el sendero.
Y esta es la segunda, a la mismÃsima entrada de la cueva. Tengo que entretenerme sacando lo de fuera porque, como siempre, no permiten fotografiar en el interior a pesar de que internet está llena de imágenes de todo su contenido.
Justo a la izquierda de la verja de la foto anterior hay una inscripción que dice «Al Doctor Jesús Carvallo trabajador infatigable y glorioso a quien el mundo debe la cueva de El Pendo, 10-VIII-1955». El tal Jesús Carballo (con «b») fue un sacerdote que hizo varias campañas de excavación en el interior de la cueva con un montón de interesantes hallazgos, podéis ver un libro en Google Books sobre este tema.
El interior es bastante distinto a las demás cuevas que hemos visitado. Casi no hay estalactitas (cuatro mal contadas), no hay estalagmitas, en vez de una cueva estrecha y oscura se trata de una cueva muy alta y su principal interés es el «Friso de las pinturas», un trozo plano horizontal de roca en lo alto donde pintaron a base de puntitos hechos con los dedos unas veinte figuras sobre todo de ciervas, pero hay también una cabra, un caballo y otros bichos.
Estas pinturas fueron descubiertas por Hermilio Alcalde del RÃo en 1907, de chiripa porque se encontraban ocultas bajo una capa de suciedad, moho y roña. En 1878 ya habÃa hecho excavaciones dentro Marcelino Sanz de Sautuola, descubridor de la cueva de Altamira y a la vez bisabuelo del banquero BotÃn, pero no las habÃa visto. También hay una segunda galerÃa no abierta al público donde se puede ver alguna pintura más y que tras la guerra civil fue usada por los maquis para esconderse.
A mi me encantó. Entre lo que se veÃa, lo que me interesa, que éramos sólo cinco visitantes y el guÃa parecÃa disfrutar también un montón de la visita transmitiéndote su entusiasmo, fue de lo más entretenido. Quien no la haya visto, por tres euros vaya si merece la pena acercarse hasta aquÃ.