Noticias en el periódico decÃan que el mar se habÃa llevado parte de las terrazas de los «chaletes» situados sobre la mismÃsima arena de la playa de Somo. Como no, eso habÃa que ir a verlo, pero lo mismo debió pensar un montón de gente porque aquello parecÃa una romerÃa. Desde luego, cómo es el personal, cómo le gusta el morbo y el desastre natural. Yo no, lo mÃo es sólo por dar constancia del hecho y hacérselo saber al mundo.
En verano suelo ir bastante a esta playa y me quedé alucinado pensando dónde se habrá ido la arena. Ese escalón de casi un metro que se ve en la foto anterior no está, hasta ahà ha llegado el mar y la arena se ha ido con él. Pero más se nota en el otro lado de los chalets. ¿Veis ese muro? La arena deberÃa llegar hasta casi la mitad. Pero lo interesante está al fondo, en la escabechina que se atisba.
Fijaros la que les ha montado. El mar se les ha llevado las terrazas.
Aquà más de cerca. Esto no lo hace ni una ola ni dos, pero ya se sabe que si algo tiene el mar es paciencia y constancia a la hora de reclamar lo que es suyo.
Además de sin terrazas, algunas casas se han quedado sin las escaleras al piso de arriba. Va a ser bonito el asunto, saber si el seguro cubre estas cosas, si estaban legalmente ahà y si ahora Costas no pone mil y una pegas para reconstruirlos.
Viéndolo de cerca no me extraña que pasara lo que pasó porque como construcción no se aprecia excesivamente sólida. Las terrazas estaban sobre una plancha de cemento de unos veinte centÃmetros de grosor con esos muros de cemento longitudinales de un metro de alto, y todo colocado sobre la misma arena. Poca base parece para tanto peso.
En la zona de una rampa para coches el asunto aún es peor, arena, más arena y sólo una cuarta de cemento. En esto estaré poco puesto, pero me parece de todo menos seguro.
Finalizada la observación y el reportaje fotográfico de rigor aproveché la ausencia de lluvia para darme una vuelta por la playa al tiempo que un barco salÃa de puerto. Normalmente salen en dirección este, sobrepasan la isla de Mouro y viran hacia el norte como las rutas del ferry que muestra el Google Maps. Este seguÃa derechito hacia el este sin virar, cuestión que dista mucho de ser recomendable dado que un par de kilómetros más allá está la isla de Santa Marina y su parte superior es de roca escasamente navegable. No sé, no sé, me parece que alguna pega hay con ese barco porque lo que hace es bastante raro, a ver si vengo a retratar chalets y acabo documentando un naufragio… pero no.
Paró el barco, viró en redondo y se dirigió lentamente a puerto de nuevo, coincidiendo en la ruta con otro barco grandote que a la altura de la Magdalena le pegó un adelantamiento por la derecha que ni Fernando Alonso metido a marinero. Debe ser bonito ir conduciendo un barco y ver aparecer de pronto por el retrovisor un mamotreto como éste. Y si vas navegando en un Optimist de la escuela de vela ya ni te cuento, como poco se te deben quedar los cataplines a la altura de la garganta.
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