No-subida al Coriscao

La llegada del otoño es fuente de muchas sorpresas. Una de ellas un mes de septiembre impresionante en lo que a la meteorología santanderina se refiere. Los del Mundial de Vela han tenido una suerte tremenda porque si llega a estar mustio, nuboso y con lluvia, no hubiera ido ni el tato a verlos navegar. Otra sorpresa es que uno sale de esta zona vestidito de verano camino del Puerto de San Glorio para subir al Coriscao y una vez en el Collado de Llesba, principio de la ruta, casi no pude ni bajar del coche por el vendaval que hacía. Me apeé por verguenza torera. Iba en camiseta, tuve que ponerme el forro polar de reserva que llevaba, el impermeable plástico que va en el maletero del coche por si algún día tengo que cambiar una rueda en medio de un aguacero y aún así me pelaba de frío. Este es el Collado de Llesba y eso de ahí arriba lo primero que quería ver.
Collado de Llesba
El tiempo no pintaba muy bien. Donde yo esperaba encontrarme sol y calor, había fresco y un montón de nubes amenazando lluvia. Las vistas merecían la pena, los del fondo son los Picos de Europa y según parece en la ruta al Coriscao las vistas son preciosas.
Nubes en Picos de Europa I
Algunos picos aparecían con nubes, otros metidos entre las nubes totalmente. Como para intentar subir esa montaña con ese nubarrón no dejándote ver si donde pisas es camino, roca o precipicio.
Nubes en Picos de Europa II
Bueno, vamos a lo que vamos. Empiezo con la subida al Collado de Llesba para retatar esa estatua en lo alto de una colina.
Monumento al Oso I
Se trata del «Monumento al oso» creado por el escultor cántabro Jesús Otero, ese a quien le han dedicado un museo en Santillana del Mar.
Monumento al Oso II
Foto al oso por un lado, foto al oso por el otro, foto a la inscripción conmemorativa de la autoría…
Monumento al Oso III

Cartel en el Monumento al Oso
Foto a las piedras del collado, que me sorprendieron un montón tanto por su color verdoso como por estar hechas de una acumulación de lo que parecen ser cantos rodados de río. Seguro que alguien puesto en geología le encuentra una explicación evidente, pero a mil setecientos metros sobre el nivel del mar me sorprendió mucho encontrar ese tipo de piedras.
Piedras de rio en la montaña
Seguía soplando un viento a lo bestia, me estaban empezando a doler los oídos, cada vez notaba menos sensibilidad en las manos y las veía más azuladas y para más el Coriscao se veía allá a lo lejos… bueno, más bien no se veía porque otra nube lo cubría por completo. Si, vale, hemos venido a este mundo a sufrir pero yo me pido empezar otro día que hoy me viene mal. Hala, empaquetando y me las piro camino de Potes que seguro que se está mejor, lo que es aquí hace un pelete de miedo y no tiene pinta de cambiar la cosa. Ya volveré otro día con mejor tiempo o mejor equipamiento, seguro que el Coriscao no se mueve ni se hunde hasta entonces.
Coriscao entre nubes

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