Tras la primera visita a la playa de la Virgen del Mar vino otra… y otra… y otra… comimos un dÃa en el chiringuito que hay junto al aparcamiento y nos gustó tanto que seguramente vendrán muchas más. Es un entorno que al ir con cámara nunca faltan cosas que retratar. Por ejemplo, pareja de recién casados en sesión fotográfica sobre la arena para hacer uno de esos librotes enormes por los que pagas una pasta gansa, que tan poquito me gustan y del que por suerte en su momento me pude librar. Por supuesto, el vestido se va de la sesión fotográfica a la tintorerÃa porque va a quedar fino de arrastrarlo por la arena o sentarse en las rocas.
Olas, olitas, olas, oleaje que rompe bien lejos de la orilla y una persona contemplándolo junto a esa columna, que es el monumento a las gentes del mar.
Como monumento es bastante simple. Parece hecho de cemento, un ancla con su cadena, una inscripción y poco más, aunque al final lo que cuenta es la voluntad y el detalle más que la ostentación y el lucimiento. O por lo menos eso creo yo frente a la opinión de aquellos que prefieren monumento grande, ande o no ande.
En la primera visita el mar estaba tranquilo. En esta no, más bien cabreado y rompÃa con ganas contra la entrada al canal que se forma entre la playa y la isla a la derecha donde está la ermita.
Y no digamos cómo batÃa contra los acantilados situados un poco más allá. SubÃan las olas hasta lo alto y una espuma fina lo invadÃa todo. Asomé el móvil para sacar la foto y en nada tenÃa la pantalla llena de gotitas.
Ya que estaba abierta la ermita aproveché para ir a curiosear un rato. No es muy grande y dentro destaca el retablo con la efigie de la Virgen del Mar, la misma que robaron los piratas holandeses, la tiraron por la borda en medio de una tormenta y ella solita volvió navegando alumbrada por cuatro velitas (véase la parte superior del retablo). No os riáis, que pilla Spielberg un argumento asà y le sale un peliculón.
Cerca del retablo está el sepulcro de Tomás Soto Pidal, canónigo de Santander y benefactor de la ermita. Es lo único que desentona un poco, porque allà todo es antiguo y el sepulcro se ve demasiado moderno. Qué se le va a hacer, si el hombre murió en 1966.
Por último, un detalle que me gustó fue la hucha para las limosnas amarrada y bien amarrada. Hoy en dÃa estas cosas si no están atadas rápido emigran solas…
3 comentarios Escribir un comentario