Comentaba estos dÃas con un amigo que en el asunto fotográfico voy para atrás como los cangrejos. Cada dÃa tenemos cámaras más inteligentes con flashes más inteligentes aún, programas inteligentÃsimos y, en mi caso, un burro detrás de la cámara. Ultimamente incluso estaba dejando de disfrutar con las fotos y me planteaba una «parada biológica» hasta que me volvieran las ganas.
Yo soy paisajero dominguero, y el año pasado casi todo fueron retratos y eventos. A la Nikon D3100 no le acababa de coger el puntillo, el flash me estaba volviendo loco, sacaba tantas fotos que procesarlas era una tortura y almacenarlas peor aún. En 2013 saqué algo más de 21.000 fotos que hay que archivar, sacar copia de seguridad y todo eso que ocupa tiempo, da quebraderos de cabeza y no luce. Al final he optado por volver a los orÃgenes. Cámara en modo manual (el modo M, de Miedo), flash en modo manual, pierdo un par de minutos en sacar la primera foto pero luego todas las que saco las hago con la misma configuración y salen planchadas. Nada de modos automáticos dejando que la cámara haga lo que ella quiera y variando lo que le apetece de una foto a otra. Una vez que tienes la primera a tu gusto, las demás salen como churros y si van perfectas de luz casi ni hacen falta procesarlas. Es más, la última sesión de fotos a la parienta con cinco modelitos diferentes la saqué en JPG y de la cámara se fueron 350 fotos directamente a su ordenador para que les ponga la marca de agua y publique las que quiera. Disfruté mucho más sacando las fotos y no tuve que perder ni un minuto procesándolas. Lo ideal, oigan.
Asà por fin puedo dedicarle más tiempo a lo mÃo, que es fotografiar cartelitos del Instituto Geográfico Nacional. Este está en Arredondo, elevado 161 metros sobre la altura del mar en Alicante. Qué foto. Qué estilo. Que arte. Qué poderÃo. Qué singularidad.