Piedras preciosas

Chiste malo:

– Mira Pepe, ¡una piedra preciosa!
– Pero Manué, si es un ladrillo…
– Ya, pero a mí me gusta.

Traducido al castellano: a mi parienta le encantan las piedras de la playa, sobre todo las redonditas, lisas y si son blancas ya ni te cuento. Cada vez que nos plantamos en la orilla del mar siempre se trae alguna como recuerdo (cierto episodio en el que intervienen una playa mediterránea y un saco entero de piedras mejor me lo callo). También las recoge pequeñitas, las mete junto con conchas y un par de estrellitas de mar decorativas dentro de un marco para cuadros de esos que tienen seis o siete centímetros de fondo y quedan unas cosillas la mar de majas para colgar en la pared. Así que si estáis en alguna playa como ésta de Dícido y véis a uno con poco pelo junto con otra de bastante más pelo recolectando piedras ya sabéis quienes pueden ser…
Piedras de playa

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