En una de esas rutas sin destino definido acabé con mi cochecito en Rubalcaba, pueblo del que hablaré algún dÃa aunque al ritmo fotográfico que llevo no sé si no se quedará en el tintero como tantas y tantas cosas. Estamos a principios de julio, llevo 11.000 fotos desde enero y haciendo una selección a lo salvaje se quedan en mil cuatrocientas listas para publicar, material suficiente para seguir dando la tabarra un año entero. De años anteriores mejor no comentar nada y olvidarse de ellas…
Pues bien, en Rubalcaba además de la famosa cruz hay una ermita al otro lado de la carretera. No es que sea una joya pero mira, vamos a sacarle una foto para dejar constancia de mi paso por el lugar.
A su izquierda veo un puente sobre el rÃo, estructura parecida al de Liérganes aunque de menor tamaño. No es que sea una maravilla pero mira, vamos a sacarle otra foto para dejar constancia de mi paso por el lugar.
Desde el puente se ve el tÃpico paisaje de rÃo. Agua, piedras, árboles, no es que sea especialmente espectacular pero mira, vamos a sacarle otra foto más para dejar constancia de mi paso por el lugar.
Al lado del puente veo un árbol cargadito de una fruta que desconozco, aunque parecen cerezas. Racimos y racimos cuyo peso tira de las ramas hacia abajo.
Carajo, pues si son cerezas, menudas cerezas son… más o menos unos dos dedos cada una. Por la forma, por el color, por el tipo de rabo parecen cerezas, pero ese tamaño me parece una barbaridad.
Y ya digo que no es que hubiera pocas, en algunas ramas veÃas un montón apiñadas juntas. Me daban ganas de coger unas cuántas y echarles el diente, claro que con la suerte que tengo igual resultan ser un fruto que provoca una cagalera inmediata y menudo papelón tener que ir de vuelta a casa parando cada kilómetro para aliviar intestinos. El momento ideal para que te pare un control de la Guardia Civil, de esos que hay cada cierto tiempo y te revisan el coche de arriba abajo…