¿Un qué? ¿Uno de los inmortales? Pues no, esta vez hablamos de faros. Me quedaban por fotografiar sólo dos de los situados en Cantabria asà que estas navidades pasadas nos fuimos un servidor como retratista y mi perro de fiel escudero a realizar la ruta que va del penal del Dueso al faro del Pescador, cerca de Santoña.
Desde la carretera que pasa por detrás del penal parte una pista asfaltada por la que está prohibida la circulación de coches. Una horita de camino y de pronto, en una parada descubro la inconfundible silueta del faro asomando al fondo. Foto al canto.
Tirando de zoom, segunda foto en la que se distingue mejor su situación sobre una de las puntas del acantilado.
Finaliza la pista, que no la ruta, justo delante del faro en su valla correspondiente, lejos han quedado aquellas épocas en que uno llegaba hasta la misma puerta, daba vueltas tranquilamente alrededor buscando el mejor ángulo para las fotos, echaba una ojeada a través de las ventanas y fisgoneaba con la sana costumbre de aprender algo más. Ahora todo son vallas, alarmas y videovigilancia, supongo que para evitar los robos.
De cerca es un faro… como los otros faros. Sin nada especial que destacar. Casita, torre, lámpara gris, etc.
La lámpara también es normalita, pintada en gris y mostrando los estragos del ambiente salino. Digo yo que dentro de poco tocarÃa irle dando una manita de pintura antes de que el óxido se lo acabe por comer entero.
DecÃa que justo delante del faro acababa la pista pero no la ruta porque por un lateral sigue un camino por la ladera a través del cual se puede llegar creo que al otro faro, el último que me falta, y a la parte superior del Buciero, que tal es el nombre de este monte. También se puede sacar alguna foto más y curioso, aquà sà que hay algo llamativo.
Se trata de un pequeño cubÃculo hecho de mi querido hierro oxidado y cristal, situado mitad dentro del recinto del faro y mitad fuera. En esa mitad exterior el suelo también parece de cristal asà que supongo que será un mirador que le permite a uno sentirse flotando sobre el vacÃo del acantilado. Claro que a lo mejor el suelo no es de cristal, sino inexistente, y te permite mear con alegrÃa monte abajo. Esto no pasa de ser una teorÃa que cojea por dos puntos. Por un lado la corriente ascendente que suele haber en estas zonas podrÃa hacer que el chorrito amarillo volviera hacia su dueño, con el consiguiente desastre para vestimenta y dignidad. Por otro lado, obligarÃa a realizar también un aseo para señoras, porque francamente no las veo haciendo equilibrios sobre las barras de hierro.
Intenté continuar la caminata por el sendero de la montaña pero aquello no paraba de subir y subir asà que dejémoslo para otra ocasión y distribuimos los esfuerzos. El que se emocionó era mi perro, debe llevar sangre exploradora por dentro que es ver una ruta de montaña y corre que te corre monte arriba a ver qué descubre. Yo subiendo con la lengua fuera y él a galope tendido allá a lo lejos. Pero bueno, hacerlo volver no es nada que un par de galletas no puedan conseguir.
Iniciamos el camino de vuelta no sin bajar un poco por un camino para sacar la última imagen del faro a solas con su acantilado y el mar. Hale, misión cumplida, otro menos y en cuanto junte ganas para ir a cansarme gratis iré a retratar el que me falta, el faro del Caballo y sus tropecientos escalones.
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