Tojos vs Cardos

No he visto mucho tojo por aquellos campos por los que transito habitualmente, lo cual no quiere decir que durante mis paseos vaya flotando entre flores y nubes como nos hacen creer en los anuncios de compresas. En un principio, y recién llegado, para dar una vuelta rapidita me ponía cualquier cosa en los pies y allá me iba hasta que en una visita al Decathlon hace seis o siete meses me encuentro de oferta unas botas de senderismo de su marca propia por 15,95 euripios. Primer pensamiento que me viene a la cabeza: por quince euros esto es una mierda como un piano. Cojo un par, las miro, remiro y hasta parecen bien acabadas. Suela llena de tacos para que no resbale, como desventaja no son impermeables pero por ese precio tampoco le vas a pedir que además sean las de siete leguas. Pruebo un par y mira tú, hasta parecen cómodas… y con dos años de garantía. Pues me las llevo y si las reviento, ya me darán unas nuevas o las cambio por otra cosa. Desde esas es lo que llevo por aquí, bien que se agradecen y sorprendido me tienen porque aún duran las condenadas sin el menor síntoma de desgaste. Es más, yo soy rarito de pies y no me puedo calzar cualquier cosa que rápido me empieza a molestar, el primer día de unos zapatos suele ser un desastre con forma de ampollas, roces y dolores. En cambio éstas no me dieron guerra nunca. La vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida, ay, ay, ay…

Resumiento, todo este rollo para contar que tojos no veo, pero sí que se da mucho el cardo, esa flor que de pequeñita es azulada y hasta parece bonita.

Conforme va creciendo, y crece lo suyo, esas flores azulitas van transformándose en eso que veís al final de cada tallo.

Este es de otra raza pero me vale igual para explicar que mientras las hojas estén verdes no pasa nada, pero cuando las hojas se secan, ay, cómo agradeces llevar unas botas y no unas chanclas piscineras, cómo rozan y cómo pinchan las muy jodías cada vez que te acercas.

Otra que tal baila es la ortiga, aunque no sé si es que me estoy cantabrizando a gran velocidad, que cuando me pincha alguna en la pierna casi no le hago ni caso. Si la pierna sigue en su sitio y no chorrea sangre, muy grave no debe ser. El día que un paisano me llame para avisarme que me dejo una pierna atrás, ese será buen momento para empezar a preocuparme.

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