A Bulnes por la canal del Tejo (II)

Volvemos a la Canal del Tejo en el punto donde lo habíamos dejado (por si alguno se perdió la primera parte, aquí está). Concretamente aparecemos donde se separan esa ruta y la del Cares. Para quien llegue allí sin haber decidido cuál escoger, la del Cares comienza con una subida bastante fuerte pero corta y luego son doce kilómetros bastante llanos. La del Tejo empieza en bajada pero al poco se convierte en casi tres horas de subir y subir. Si estando aquí eliges ruta por la apariencia de los primeros metros, la has cagao Menelao.

Primer paso, cruzar el Puente de la Jaya. Zigzagueamos por la montaña y cruzamos el puente que por cierto, es bastante estrechito. Las vistas del río a ambos lados no pueden ser más bonitas, pero como ya voy con overbooking de fotos en esta entrada se quedarán para una posterior.
Puente de la Jaya
Paso dos. Llegar a esa caseta y seguir subiendo en zigzag por el camino que lleva al paso entre montañas. Se aprecia que empiezan las subidas, pero lo que viene a continuación es para susto o muerte.
Inicio de la ruta
Culminados los primeros repechos vuelvo la vista atrás y éste es el panorama. Lo reconozco, soy medio cabra. Me veo suelto entre caminos de montaña y la gozo.
Caminando entre montañas
Cuando digo caminos de montaña, quiero decir caminos como éstos. Nada de asfalto, nada de tierra, mucho pedrusco caído de las montañas, deslizante e incómodo para caminar salvo con unas botas como dios manda. Las Columbia que gasta un servidor se comportaron más que correctamente, hubieran sido perfectas si además tuvieran un sistema de autolimpieza porque hay que ver cómo quedaron las pobres.
El suelo de la ruta del Tejo
Dejamos pasar a la parejita de la fotografía paisajística anterior y una vez sobrepasado los utilizo para rellenar en la siguiente. ¿Véis ese sendero haciendo curvas por la ladera? Pues sí, por allí había que pasar.
Tramo de subida
Había quienes ya estaban pasando, ampliamos y se ven unos puntitos colorados que es gente ejerciendo de cabra montés. Pero tranquilos, que si ya costaba subir todo eso, aún quedaban repechos, más repechos y muchos más repechos.
Gente en lo alto
Llegamos por fin al Puente del Zardo, aquí se puede aprovechar para hacer un descansito, recuperar fuerzas, echarse agua por la cabeza y prepararse para lo que viene a continuación.
Puente del Zardo
Como curiosidad, viendo la imagen anterior se puede distinguir al fondo (concretamente a la izquierda de ese picacho puntiagudo) el pueblo de Camarmeña. Todas las casas más o menos agrupadas salvo una de color medio amarillo, medio anaranjada, que está justo al pie del precipicio y debe tener unas vistas de película.
Camarmeña al fondo
Se ve que Camarmeña quedaba allá al fondo, en lo alto. Pues bien, dejamos el puente de Zardo, seguimos subiendo y un rato más tarde vemos un puente chiquitito allá abajo y Camarmeña casi a la misma altura. Toma subidita. Pero tranquilos, que aún queda mucho más.
El puente del Zardo allá abajo
Y tanto que queda por subir. Lo más normal era llegar a lo alto de un tramo, girar una curva y encontrarse esto de sopetón. Montañismo: disciplina no apta para gente que se frustre fácilmente.
Subida y más subida
Aquí, disfrutando como un enano con las vistas antes de darme cuenta que por ahí hay que pasar también. No por ese zigzag que desciende hasta el río, pero sí por el camino que se distingue a continuación en diagonal por la ladera izquierda. Aproximadamente la una del mediodía, mi botella de dos litros de agua había bajado a la mitad y procurad no olvidaros una gorra o sombrero cuando váis a la montaña porque el sol calentaba lo suyo y empezaba a torrarme la cocorota. Podría haber hecho un apaño colocándome el forro polar en plan turbante, pero aquello hubiera sido la muerte del glamour y si me cruzo con alguien conocido me muero de vergüenza. No seré tan fino como algunos que ves monte arriba ellos vestidos como para la recepción del club náutico y ellas maquilladas de domingo, pero de ahí a ir hecho un espantapájaros media un trecho.
Recorrido por la ladera
Pasito a pasito va uno haciendo kilómetros. A veces por lugares más seguros, otras por senderos de medio metro de ancho con precipicio lateral como en este caso. Un resbaloncito y que se preparen los de Carolina Herrera porque allá va la parienta con el importe íntegro de mi seguro de vida.
Al borde del precipicio
Cuando iba por los tres cuartos de camino encuentro una estructura de lo más curiosa, como si alguien hubiera hecho un marco para una puerta en medio de la ruta. Tendría coña haberme dejado diez litros de sudor por el camino para llegar hasta aquí y encontrarme una verja cerrada en este punto. Por la parte superior el marco era más ancho. Pensé si sería un canal pero por donde se unía con la montaña no se ve ninguna conducción, ni tubería, ni nada parecido.
Para poner una puerta
Giramos la curva y ¡sorpresa! A seguir subiendo. Pero eso se quedará para la tercera parte, que me canso con sólo recordarlo.

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