Siempre me sorprendieron un montón esos árboles que aprovechan cualquier resquicio en la pared de un acantilado o de un desfiladero para arraigar e ir creciendo poco a poco, asà ves un arbol hecho y derecho en huequecillos inverosÃmiles como aquel cuando subà a los Ojos del Diablo. Me pasó lo mismo, aunque a menor escala, hace unos dÃas en el nacimiento del rÃo Gándara. ¿Lo véis?
Por si aún no os habéis dado cuenta, fijaros dónde ha ido a crecer ese arbolito: en una roca en el medio y medio del rÃo. Ya fue punterÃa la de la semillita al aterrizar, y qué largo y derechito sale el jodÃo. Buena suerte y que siga creciendo, agua por lo menos no le ha de faltar.