Buscando un nuevo hogar

La siguiente prueba para poderse ir a vivir fuera consistía en, casi ná, encontrar un lugar donde vivir. La idea era irnos a primeros de agosto para aclimatarnos un poco, organizar todo lo de la mudanza y en septiembre tener todo listo para la vuelta al trabajo. Hablamos con alguna inmobiliaria y nos dijeron que sin problema, que fuéramos en julio, veíamos varias y alquilábamos la que mas nos gustara. El tema tenía su miga porque julio era uno de los meses más cargaditos de trabajo, teníamos alguna otra persona de vacaciones y costó lo suyo cogerme una semanita libre. Llegados a esas fechas nos vamos de visita para ver casas y uy, empiezan los problemas. Que si es mala época porque la gente ya alquiló para el verano. Que queda poca cosa para ver, que hay mucho alquilado, que si para septiembre hay más y tal y cual. Coño, hablamos hace un par de meses y no había problema en venir en julio y ahora que vamos, sí que lo hay. Eso es claridad de ideas. Para más, al tener dos perros queríamos casa con un trocito de finca donde tenerlos y eso reducía aún más la cantidad de oferta.

Resumiendo, esa semana fue UN HORROR y casi acabo de los nervios. Una procesión viendo casas cada cual menos ajustada a lo que pedíamos, docenas de llamadas telefónicas, todo contrarreloj porque el sábado nos volvíamos a casa y el jueves aún me veía sin un sitio donde venirnos a vivir diez días después. ¿Ya os he dicho que la parienta tiene una suerte que impresiona? Pues aquí más de lo mismo, la última inmobiliaria a la que llamó resultó ser de un gallego que no tenía en cartera nada ajustado a lo que pedíamos pero conocía a un promotor que como conseguía vender una serie de chalets estaba pensando en alquilarlos. Llamadita y nos encontramos con una casa a estrenar, más pequeña que la nuestra pero de tamaño justo para dos personas (150m2), con finca, casi toda amueblada, cocina con electrodomésticos, aspiración centralizada, etc, en una zona a 10 kms de Santander. Vamos, como anillo al dedo. El promotor, milagro, un tío de lo más agradable que nos lo puso todo facilísimo, cerrando el tema de palabra, dándonos las llaves y dejando la firma del contrato para cuando ya estuviéramos instalados.

Así, por fin, pudimos dedicarnos a la tarea para la cual nos trasladamos a Cantabria: el tapeo y la buena vida. Aunque bueno, para eso hay poca diferencia estés acá o allá.

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