Para ir liquidando las andanzas por Carcassonne, vendrán ahora un par de entradas en las que mostrar el interesante interior de la ciudad medieval y el interior de la ciudad actual, que me dejó entre asustado y decepcionado, pero bueno, eso queda para la siguiente entrada. Primero le toca a una ciudad medieval total y absolutamente orientada al turismo. Tiendas donde comprar recuerdos, chucherÃas y unas cuántas tiendas de dulces que harÃan las delicias del más lambón. Fijaros, todo esto son golosinas variadas y ésta no era la única tienda por el estilo.
Además, y cómo era de esperar, multitud de terrazas donde tomarse algo de beber o cenar tranquilamente.
Hay una plaza en la que se concentran seis o siete restaurantes. Tengo que reconocer que soy devoto de esta vida, de las noches de calorcito, aire libre, cenas en terrazas, a mi ésto me pierde. Por favor, que me toque la primitiva ya, prometo invertirlo en la serie de reportajes «Españoles papeando por el mundo» o «Callejeros y comederos».
Como allá donde fueres come lo que vieres, tÃpico de esta zona es la llamada «Cassoulet» y no queriéndome marchar sin probarla, me pedà una para cenar. Alubias blancas, una salchicha blanca de dimensiones respetables y un muslo de pato en una cazuela de barro. Lo ideal para hacer la digestión rapidito antes de irse a dormir. Pero qué caray, nada que no baje acompañándola de un poco de vino y un paseito posterior.
Ah, de postre pedimos «Profiteroles XXL». Cinco, enormes, rellenos de helado y con chocolate caliente por encima. ¿Véis por qué necesito que me toque la primitiva ya?
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