Chocolate, churros y picatostes

Domingo ya otoñal, de vuelta de un recorrido montañero qué mejor idea que pararse a tomar un chocolate con churros para recuperar energía y los kilos perdidos durante el ejercicio. La primera opción era parar en Liérganes pero me pasaron el chivatazo que el mejor chocolate de Cantabria lo ponían en Limpias. Pues nada, eso hay que probarlo. Allá nos vamos, recorremos el pueblo en coche para ver qué tiene de interés y francamente, salvo el parador y la iglesia no parece haber nada especialmente destacado, de todas formas prometo volver otro día a echar una ojeada más en serio a ver si se me ha quedado algo atrás.

Tomando un desvío se llega a la iglesia donde está el Santo Cristo de Limpias, famoso en el mundo entero porque la estatua de Cristo transpiraba, movía los ojos, la boca y hasta sangraba por las heridas. Si no me creéis, leer aquí la historia que bien clarito lo dice. Como se entere Iker Jiménez, el de «Cuarto Milenio», lo tenéis comiendo chocolate con churros ahí un día sí y otro también hasta que averigüe el misterio.
Iglesia de Limpias
A ladito de la iglesia hay un par de bares donde ponen el chocolate. Antes eran tres pero uno estaba cerrado y con aspecto de no volver a reabrir. Los dos que quedan son el «Bar Hermi» al lado de la carretera…
Bar Hermi
…y el «Restaurante Piedra», en una placita más interior. En este precisamente nos quedamos, no por nada en especial, sólo porque no nos apetecía estar al lado de la carretera con los coches pasando. Claro que en la terraza del otro había una recua de mamás con niños asilvestrados, pegando berridos y montando expolio mientras ellas le daban a la cháchara así que no sé yo que sería mejor.
Restaurante Piedra
Salvo ese detalle, se estaba de fábula. Buena temperatura, sentaditos tras una jornada de monte arriba y monte abajo, relax, ¡y de pronto nos llega todo este material!
Chocolate, churros y picatostes
Madre mía qué bueno estaba el chocolate. Y los churros también. Y los picatostes. Al pedirlos pensé que serían trozos de pan frito, como suele hacerse para la sopa, pero de eso nada. Aquí los picatostes son como una mezcla entre torrijas y leche frita, el interior es cremoso, suave y estaban de miedo. Acompañado todo de una jarra de agua para quitar después la sed. ¿De precio? Cuatro euros por ración, esto que véis encima de la mesa, ocho euros, que no está mal. Definitivamente, apuntamos el pueblo en la libretilla de los destinos a volver muchas veces.

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