Cuando hablé de Carcassonne mencioné la decepción por lo feo y desconchado de sus calles. Con Arlés me pasó algo similar, un sà pero no, o más bien un no pero sÃ. Llegando, la primera impresión no es del todo mala. El rÃo Ródano, una ribera normalita.
Cosa rara que dejan en pie paredes de edificios que ya no están, pero bueno, como dicen por ahà «son sus costumbres y hay que respetarlas».
Cada vez que aterrizo en una ciudad que no conozco, el plan es siempre el mismo. Vuelta general con el coche para ver qué hay, qué se ve, cuáles son las zonas más interesantes y luego nos dirigimos a la parte que más nos guste. La primera vuelta en coche por Arlés se podrÃa definir poco más o menos como «de pánico». Lo de Carcassonne, palacios comparados con lo que se veÃa por aquÃ. Fijaros una calle normal y corriente.
Por complicado que resulte creerlo, ésto es la entrada a un gimnasio. Los cartelotes situados a la izquierda hablan de un «centro de puesta en forma», un kinesioterapeuta y de tratamientos contra la celulitis. En España, creo que con semejante portal no sé si llegarÃa a entrar alguien a esos negocios.
Y unas ventanas cualquiera al lado del puente de la primera foto, todo más viejo imposible. Asustados, incluso pensamos en irnos y cambiar de destino pero por suerte no lo hicimos. La primera impresión fue bastante penosa pero luego mejoró el tema notablemente, aunque eso ya lo dejamos para otra entrada…
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