Pegadito a la rotonda del Hotel Chiqui hay un monumento dedicado a Corocotta, el que se supone lÃder de los cántabros en las guerras que tuvieron con Roma. Como Asterix, pero sin la poción mágica. Y chulo como él solo, según la historia el emperador Augusto ofreció 200.000 sestercios a quien lo apresara asà que ni corto ni perezoso allá se presentó a cobrarlos. Menos mal que el emperador tenÃa sentido del humor, en vez de echarlo a los leones se lo tomó a buenas y no sólo no le hizo ningún daño sino que además le regaló ese dinero.
El monumento es simple, base de cemento apolillada en la que empieza a asomar la ferralla, en lo alto una estatua de un guerrero cántabro con la vista al frente mientras descansa apoyado en su palitroque.
La inscripción en la base dice «Cantabrum indoctum iuga ferre nostra», lo que traducido viene a ser «El cántabro, no enseñado a llevar nuestro yugo». Es una frase del poeta Horacio refiriéndose probablemente a que los cántabros preferÃan matarse antes que ser sometidos por los romanos. Y si les tocaban al Rácing de Santander, eran capaces de irse a Roma y no dejar piedra sobre piedra. Porque en este paÃs que te vengan a invadir, pase, pero que te dejen sin fútbol ¡eso si qué no!
Si alguno quiere saber algo más de la vida de Corocotta además de estas cuatro pinceladas inconexas, ya sabéis, a la Wikipedia que para algo la inventaron.
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