Ya son varias las veces que veo a la policÃa municipal pillar por banda algún coche que aparca en la esquinita resultante de la intersección entre dos calles, lo multan y si se tercia llaman a la grúa para que se lo lleve. A éste, un Smart de la OLA (ordenanza reguladora de aparcamientos santanderina), seguro que no le dicen nada ni lo multan. Bien sabio es el dicho «quien tiene padrino se bautiza y quien no, se jode».
Por cierto, coche equipado con cámaras sobre el techo como las del aquel multamóvil vigués pionero en el asunto de automatizar el proceso de esquilmar bolsillos ajenos.
De momento nunca lo vi funcionando, pero si yo fuera un controlador aparcamientos en Santander irÃa poniendo mis barbas a remojar. Un coche que puede funcionar todo el dÃa sin parar, que no tiene sindicato, no hace huelga, no se cansa y puede hacer el trabajo de varias personas, el sueño húmedo para todo gestor de empresa.
Está visto que con tanta automatización lo único que se consigue son eliminar puestos de trabajo, crear desempleados que no tienen dinero para gastar, empresas que pierden clientes, pierden ingresos, necesitan despedir gente y el cÃrculo vicioso ya está servido. Es decir, tanta automatización igual a todos más pobres. Vamos a tener que pedir una vuelta atrás, a lo manual hecho por personas. Si Toyota ya ha empezado, ¿porqué no? Ah claro, porque hoy en dÃa no se ve más allá de los beneficios a corto plazo, asà nos va…