De visita por Ampuero (II)

De mi pase por Ampuero se me quedó una segunda entrada en el tintero (toma pareado), pero palabra que voy a tener que hacer un ejercicio de relleno porque siendo sincero, tampoco encontré tanta cosa que comentar. Habría que ir en Septiembre, con los encierros seguramente haya mil veces más ambiente porque lo que es a 27 de diciembre os garantizo que estaba un poco desangelado y menos mal que de chiripa no hacía frío.

Otra ojeadita a la Plaza Mayor. A mano derecha la terracita donde nos tomamos el cafecito meón, ese tipico café que te tomas por compromiso para aprovechar y cambiarle el agua al canario. Conste que yo no tendría mucho problema, me buscaría un buzón de correos, un portal oscuro, un transformador eléctrico y rápidamente aliviaba la presión de la vejiga, pero claro, la doña es mucho más fina y poco dada a tener que salir corriendo perseguida por el legítimo dueño del portal de ahí la paradita en el bar. No hay mal que por bien no venga, porque gracias a eso descubrí el famoso extintor estucado.
Plaza Mayor
Una caminata por el casco antiguo. Si por aquí montan unos encierros y van corriendo por estas callejuelas adoquinadas delante de unos bichos de quinientos y pico kilos armados con cuernos de considerables dimensiones, a la gente de Ampuero va a ser mejor no cabrearla porque menudos huevos deben tener.
Callejuelas de Ampuero
Llegamos a la iglesia del pueblo cruzando un pequeño puente sobre el río. Tampoco es que sea muy espectacular.
Iglesia de Ampuero
Lo realmente llamativo es el desgaste de la piedra, bastante carcomida y con pinta de irse cayendo a pedacitos. A lo mejor se hizo gracias a un PlanE medieval y a cuenta del tema el constructor se lo llevó crudo para casita, quien sabe, igual el Lazarillo en sus aventuras fue dejando franquicias por España adelante y así ahora nos va como nos va.
Puerta de la iglesia
Finalizo con el monumento que más me gustó. Justo al lado del puente donde cruzamos el río camino de la iglesia de la foto anterior, descansa hermosa una rana verde sobre su pedestal convertido en fuente.
Fuente de la rana I
A juzgar por el pitorro en la boca de la rana, probablemente en su día el propio batracio fuera la fuente en sí, algo bastante más decorativo. Y qué lástima no haberme llevado el rotulador gordo, si no en estos momentos estaríamos hablando de la «fuente de la rana bizca de Ampuero», ¿no me digáis que no lo pide a gritos?
Fuente de la rana II

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