Para los que conozcáis Santander, esto no va a ser una crÃtica del chiringuito homónimo sito en la calle Hernán Cortés al que últimamente le estoy cogiendo bastante cariño por lo rico de sus tapas y lo comedido de sus precios, sino un comentario referente a la ventolera que nos ha acompañado durante dos dÃas. Un viento del sur, cálido, que revolvió con ganas las habitualmente tranquilas aguas de la bahÃa.
El sábado por la mañana el paseo de Pereda era un hervidero no de los habituales paseantes sino de fotógrafos dispuestos a inmortalizar el mar en estado peleón.
A unos metros de allà me llamó la atención un cartelito en «Las hijas de Florencio», puerta cerrada por viento sur, entre por otro lado que el aire nos despeina.
Estos dos dÃas han sido como si tuvieras al lobo feroz sopla que te sopla a la puerta de casa, venga aire, venga más aire, fuerte, seguido y no paraba ni de dÃa ni de noche. Esta pobre señal que pusieron orientada hacia el sur no lo pudo resistir y se rindió.
Por lo demás, una gozada de sábado. Falta una semana para diciembre y estábamos a veintiún graditos, casi en mangas de camisa y comiéndome un helado. Yo firmaba ya mismo por un invierno asÃ.
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