Ya no recuerdo donde fue, pero un dÃa llegó a mis manos un folleto del Espacio Natural de Las Tuerces que viene siendo un monte lleno de piedros de esos con formas curiosas creadas por la erosión. No tenÃa ni la menor idea de la existencia de este lugar, y eso que está muy cerca de Aguilar de Campoo, donde ya he ido más de una vez. ¡Esto hay que verlo! Bastó esperar al primer domingo de tiempo no playero y allá nos fuimos, un servidor en perfecto orden de marcha y la señora parienta con una rodilla renqueante producto de los excesos de ejercicio. Y mira que se lo digo, que el ejercicio es malÃsimo, que nunca vi morir a nadie tomando una cerveza en la barra del bar mientras que no falta el año en que el periódico informa del fallecimiento de alguien haciendo footing. Incluso cuando vivÃamos en nuestra casa de Galicia un ciclista se desmayó justo delante del portal tras subir el repecho que pasaba por delante. Vino la ambulancia pero allà quedó tieso, nada pudieron hacer por salvarlo. Yo en cambio sentadito en mi porche con la cervecita, como un señor y sano como una manzana…
A lo que Ãbamos, que me pierdo: Las Tuerces, ese lugar lleno de piedros. Pasamos Aguilar de Campoo, nos desviamos hacia Valoria de Aguilar, luego hacia Villaescusa de las Torres, continuamos por una pista de tierra y aparcamos en este paraje, justo delante ese coche negro que se adivina más que verse y en el que tres excursionistas recogÃan para irse ya. Eso sà que son verdaderos montañeros, gente que madruga y sube montes por la fresca. Yo, como dominguero que soy, a mediodÃa, mal equipado y con escasas ganas de cansarme gratis.
Desde donde se deja el coche el camino no es complicado. Un tramo de subida con curvas, luego viene este otro tramo (foto sacada desde arriba). Creo que se puede subir con el coche, si hubiera traÃdo mi Clio lo hubiera metido sin problemas pero con el Polo mejor no arriesgar, que es de la parienta y si le hago un rasguño me lo puede estar echando en cara cienes y cienes de años.
El entorno es precioso para quien le gusten las piedras. Monte bajo, un pinar enorme y rocas a punta pala.
Piedros, piedros y más piedros. Lo ideal hubiera sido empezar a caminar por ahÃ, subirse a las rocas, ver el panorama desde lo alto de esa piedra… peeeeeeeeroooo… con una parienta convaleciente de un esguince de rodilla mal asunto era arriesgarse a cascar la pierna entera, asà que aquello fue ver pero no ejercer de cabra montés.
Llegado al final de la subida la cosa prometÃa muy buenas vistas. Lo propio hubiera sido irse hasta esa piedra que se ve ahà a la derecha, pero como no se podÃa, a jorobarse tocan y lo dejaremos para la siguiente visita. Si no me equivoco esas montañas del fondo deben ser la sierra de HÃjar o Alto Campoo.
Asà se ve desde abajo. No estarÃa mal situarse justo encima de la puntita de esa piedra sobresaliente. Mejor mirador no voy a encontrar, seguro. Una pena no poder pero estas cosas son como son, mejor aguantarse un mes hasta que le cure la rodilla que no acabar de romperla y pasarse un año sin poder subir más montes.
Seguimos dando vueltas por una pista forestal, vimos girasoles a mazo, comimos moras enormes y maduritas, acabamos llegando hasta el final del Cañón de la Horadada, un cañón creado por el rÃo Pisuerga que nace unos cinco kilómetros al norte de Aguilar de Campoo y pasa por aquÃ. Además del desfiladero hay una vÃa del tren por un lateral, una central hidroeléctrica abandonada, mucho que ver y mucho que fotografiar cuando podamos pegarnos una caminata como está mandado.
La parte superior de los montes anticipa la posibilidad de ver buitres u otros bichos y buenas panorámicas. Para cuando las rodillas estén en buena forma se quedarán.
Y por si fuera poco, en lo alto se divisa alguna cueva. Un mapa que llevaba indica la existencia de más de una. Casi, casi. Ibamos a ver un montón de cosas y las vimos, sÃ, pero casi, casi llegamos, casi, casi, subimos, casi, casi, saco un montón de fotos. Para la siguiente visita se queda todo.