El Faro del caballo

El pasado viernes hice la mitad de una ruta llamada «Ruta de Tresviso«, interesante, con muy buenas vistas lo único malo es que consistía en subir, subir, subir, subir y seguir subiendo. Me llevé a uno de mis perros, el más joven, que se comportó como un campeón. Parecía que llevábamos años como compañeros de cordada cuando era la primera vez que él pisaba montaña, pero es tan curioso y tan animoso que se lo pasó como un enano. La próxima que tengo en mente es la ruta del Faro del Caballo, consistente en acercarse a Santoña, en la parte izquierda de esta península (si pincháis en la foto podréis verla en grandote)…

…y cruzarla de cabo a rabo porque el Faro del Caballo está justo en la esquina derecha, allí, pegadito al mar, ese pequeña elevación en el último repecho. Alucina, vecina, que para llegar hay que bajar una escalinata de casi seteciendos peldaños y eso es muy traicionero, porque bajar se baja volando, pero cuando te das cuenta que tienes que volver a subirlos, carajo, ahí la cosa pierde su gracia.

Lo que sí estoy notando un huevo y medio es lo bien que me han venido los dos paseos diarios con los perros. En Vigo todo mi trabajo era de oficina, sedentario y cualquier parecido con estar en forma era pura coincidencia. A día de hoy, dos paseos diarios de más de media hora y llegadas las subidas a Tresviso iba para arriba sin la menor preocupación, acordándome del día en que se me ocurrió hacer esta ruta pero subiendo igual que es lo que cuenta.

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