Ya habÃa comentado que cuando subà a aquella ermita cerca de Castro Urdiales me encontré de pronto rodeado de cabras y vacas. El caso es que a mi todos los bichos me encantan, si por mi fuera me entretendrÃa jugando con ellas, pero bien sabido es que las cabras se las traen y aunque parecÃan bichos bastante tranquilos, la posibilidad de cabrear (nunca mejor dicho) a un rebaño entero estando yo solito en medio del monte no parecÃa la opción más inteligente. ¿Qué hacer entonces? Disimular como buenamente se pueda y entretenerse haciendo un reportaje fotográfico sin acercarse demasiado gracias al teleobjetivo. Porque lo que es posar, hay que ver lo bien que posan las jodÃas.
Ellas seguÃan tan tranquilas sobre las rocas, de cuando en cuando me echaban una ojeada y ya aprovechándome porque luz buena, fondo distante y difuso, cabra en posición, más fácil imposible.
No todas estaban tan colocaditas y peripuestas como la anteriores. Ahà va una haciendo el recorrido entre dos peñas.
Y otra haciendo equilibrios entre las rocas, que si es por comer las ves en las poses o lugares más inverosÃmiles.