Ya comenté que cuando fuimos a Lanzarote en verano fue un viaje de turisteo total, ver lo tÃpico (que la parienta no conocÃa), descansar, piscina, cenar fuera o tomar copas aprovechando la climatologÃa privilegiada con esas noches de buena temperatura y sin viento. Visita obligada por tanto era el Timanfaya, el parque natural de los volcanes.
Nada más llegar se ven las caravanas de gente montada en camello. Esto ya era mucho turisteo asà que nos lo saltamos.
En coche se llega hasta el centro de interpretación del parque natural, ese edificio oscuro y plano en lo alto de la montaña de la izquierda. Suerte que (milagrosamente) fuimos temprano porque luego habÃa una cola notable para poder subir.
Por supuestÃsimo que vimos todas las historietas que te cuentan allà empezando por cómo asan pollos sobre un pozo de unos diez metros de profundidad. Asomas la cara y madre mÃa, qué aire caliente sube del fondo. Si esto pasa con diez metros de profundidad, ¿qué temperatura habrá cien metros bajo la superficie?
Los géiseres, como no. El paisano echa un cubo de agua en uno de esos agujeros y los tres segundos un chorro de vapor a lo bestia sube hasta unos seis metros de altura.
Siguiente demostración: en un agujero de un metro escaso de profundidad meten unas ramas secas, las aprietan contra una pared y cuando te quieres dar cuenta están ardiendo. IncreÃble. Qué temperatura tendrán esas piedras para ser capaces de iniciar una llama.
Desde lo alto del centro de interpretación tienes unas vistas de un panorama que nada se parece al verdor de Cantabria. Aquà lo que sobra es lava de color negro y llanuras con este aspecto.
Se ven volcanes a punta pala, grandes, pequeños, pero con su forma de volcán y su cráter. No me extraña que esto se llene de visitantes, es algo tan distinto de lo que vemos habitualmente que forzosamente llama la atención.
También hay medio-volcanes. La mitad del volcán ha desaparecido asà que ves media montaña, lo que antes era el interior del cráter y el suelo lleno de lava.
En los bordes de los cráteres se ven muchas marcas amarillas, señal de restos de azufre y gases. Estos estaban tranquilitos, sin actividad visible, pero sabiendo lo que pasó hace cuatro años en la vecina isla de El Hierro es para no poder confiarse nunca del todo.
Por último pillamos el autobús en el que te hacen un recorrido por una carretera que hay en el interior del parque natural (por la que está prohibido circular con coches particulares) y finiquitamos la visita. Lástima no poder pegarte una caminata por allÃ, tiene que ser increÃble cruzar de un lado al otro viendo los restos de erupciones, coladas volcáncicas y demás.
Lo sé, soy un turista dominguero 100%. Lo peor de todo es que hasta me gustó y todo…