Me encanta ir de visita al zoo de La Magdalena. Del escaso bicherÃo que tienen, mis favoritas son las focas (perdón por el juego de palabras tan malo con el tÃtulo). Las ves retozar tranquilamente en el agua, deslizarse con una suavidad y ligereza que sorprende. De cuando en cuando asoman la cabeza y se dejan ir, con los ojos cerrados como si estuvieran dormidas.
Y oye, a lo mejor hasta lo están porque fueron varias las que retraté y todas con los ojos cerrados. Esta probablemente estuviera soñando con comida porque otra cosa no sé, pero con hambre parece que se debe haber quedado pocas veces en esta vida.
En otro recinto anexo están los leones marinos, con menos agua, menos dados a emular a Esther Williams y más a dormir siestas al sol.
Por cierto, una grandÃsima ventaja que tiene verlos en vivo y no en los documentales de «La 2» después de comer es que en vivo no te entra ese irresistible sopor que al cuarto pinguino de la Patagonia caes redondo en brazos de don Morfeo de la Siesta.
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