Como no podÃa ser de otra manera, al poco de hacer el mar una escabechina en el Sardinero me acerqué por allà a ver cómo estaba aquello. Alucinante. Vaya rotos que hizo. Fijaros cómo dejó el tramo del paseo marÃtimo delante del restaurante «Parque de Trueba». Adiós a toda la valla y a un montón de losetas.
Claro que el restaurante no lo pasó mejor, es increÃble la grabación de las cámaras de seguridad en la que se ve cómo una ola sube el paseo y se lleva por delante todo en la terraza del restaurante: cristales, soportes y hasta la caseta que allà tenÃan montada. Aún se veÃan algunos de los efectos y la arena dentro de la pequeña terraza. Entre poste y poste metálico habÃa cristales bastante gruesos, no queda ni uno como recuerdo.
En la bajada a la playa no sólo se cargó la barandilla, ¡incluso faltaba el suelo! Esto no lo hace ni una ola ni dos…
El dÃa que fui ya habÃa pasado el temporal, pero aún asà con marea alta se notaba una fuerza tremenda en el mar. Casi no habÃa playa, cuando en este punto se suelen ver unos cuántos metros de arena, y el agua rompÃa contra el muro de paseo lleno de curiosos como yo.
Por todos lados santanderinos ávidos de ver el espectáculo, prácticamente todo el mundo registrándolo con su cámara o su móvil porque merecÃa la pena.
Y el mar, que raramente decepciona en este aspecto, batiendo contra cualquier cosa que se pusiera en su camino para regocijo del personal. Viendo semejantes olas una vez, otra, otra, lo mismo horas y horas sin descanso, empiezas a entender cómo es posible que el mar haga las que hace.
Un buen rato estuve allà contemplándolo y respirando aire puro. Hay que aprovechar mientras todavÃa sea gratis, que cualquier dÃa publican en el BOE una «Tasa por aprovechamiento visual en lugares públicos de la energÃa marÃtima natural» y sólo verán romper las olas aquellos que pasen por caja.
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