Los dÃas que no me apetece cargar con la cámara réflex suelo llevar conmigo una compacta, no vaya a ser que aparezca algo digno de ser retratado y me pille «en bragas». Los que seguÃs mis andanzas recordaréis lo habitualmente corta que resultaba la vida de estas compactas debido a lo duro que está el suelo. Primero pasó a mejor vida la Nikon L11, luego la Nikon L15 y tras ellas llegó la Panasonic DMC-F3 que parecÃa más afortunada porque llegó a casa a finales de 2010 y milagrosamente seguÃa con vida.
SeguÃa con vida… hasta ahora. El pasado sábado, ejerciendo de cabra y rodeado de cabras (lo digo en serio), la pobre sufrió un desafortunado incidente. Iba dentro de la bolsa con la cámara grande. Al ir a sacar la réflex no me di cuenta, enganché también el cordelito de la Panasonic, tiré y la pobre compacta salió volando con tan mala suerte que aterrizó sobre una esquinita y se desencajó el marco. Ahora bailan el botón de encendido y el del zoom. A ver si con un poco de suerte y mucho cuidadito puedo destriparla y conseguir que resucite.
Mientras tanto me tocará volver «al ladrilo». No es que pretenda ponerme a currar en la construcción, es que tocará usar la antediluviana Canon A430 que aún tengo por aquÃ. Lleva conmigo desde julio de 2006 y no palma ni a tiros porque es dura como un ladrillo y más o menos similar en cuanto a tamaño y peso. Pero aún saca fotos, que es lo que cuenta.
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