Y no me refiero a lo bien que me lo paso yendo por ahà de paseo con mis perros, esto va sobre una visita a un pueblo llamado Cervatos que es conocido por dos cosas. Una, la colegiata, que viene siendo esta iglesia situada en lo alto del pueblo. ¿Y qué tiene de especial?
Pues una serie de «canecillos» de un estilo inconfundiblemente erótico a cada cual más curioso. El primero, aunque hecho polvo se distingue de sobra.
Este otro, en la parte superior de una columna, tampoco deja el menor lugar a dudas.
En la cornisa del techo más de lo mismo, pero a mogollón, uno tras otro.
Aquà mas cerquita. Lo dicho, sobran las explicaciones y llama la atención cómo está la iglesia llenita hasta los topes de esculturas asÃ, cosa rara que no las hayan quitado, tapado o disimulado con un bloque de cemento conociendo cómo son sus dueños y moradores.
Por desgracia, Cervatos también es conocido porque allà actúa un envenenador de perros. El muy cabronazo se ha cargado adrede más de cincuenta perros, ojalá la benemérita lo trinque y encierre por un buen periodo de tiempo o, en su defecto, el karma le haga confundir la botella de agua con la de lejÃa y pruebe su misma medicina. Evidentemente, sabiendo la historia y por la cuenta que me trae, cuando pasé por aquà mis perros ni se bajaron del coche.