Diossssss… qué ganas iba habiendo de tirar al monte como las cabras. Tras un verano de playa, calor, achicharre y ni-se-te-ocurra pisar un monte porque una insolación es algo muy malo, fue ver el primer dÃa neblinoso de septiembre, empaqueté cuatro cosas en la mochila y pitando me voy al Monte Buciero, que tengo una cuenta pendiente con él. Aquà lo tenéis desde el aire gracias a la web Contrameta. A la izquierda está Santoña, en esos acantilados de la derecha (aunque no se distingue) está el famoso Faro del Caballo y sus setecientos escalones.
Visto desde la carretera por la que se accede a Santoña es ese de la derecha. Algo lejos sà que parece, pero bueno, estas cosas son de ir pasito a pasito y al final si no te caes por un barranco acabas llegando. Cansado como un perro y echando tacos como un carretero a cada paso, todo sea dicho.
En lo alto se distinguen dos palitroques. Uno es una cruz y otro una bandera de Cantabria. En este montÃculo de delante aunque no se vea, hay un fuerte de la época de Napoleón.
Voy con el coche hasta el Barrio de El Dueso, al lado del penal del mismo nombre, y aparco junto a un campo de futbol sala. Inicio la subida. Como no, empezamos a cansarnos bien temprano. Pero bueno, para eso vine asà que no nos vamos a quejar.
Primera parada en el PolvorÃn de El Dueso. Fuera hay un cartel según el cual fue rehabilitado por una escuela taller, pero aquello parece más abandonado que otra cosa. Hierbajos por todos lados, ventanas rotas, puerta cerrada y sin cristal, barandillas arrancadas… como para visitar no está, eso ya os lo digo yo.
Subida, subida, más subida, un cruce sin señalizar, sigo por la derecha rezando no equivocarme de camino como suele ser habitual, tras una curva aparece en lo alto de un monte el Fuerte del Mazo, también llamado fuerte Napoleón. Fue construido en 1.810 y su misión principal era proteger el fuerte imperial, que estaba situado donde ahora está el Penal del Dueso.
Otro rato de caminata hasta llegar a una senda empedrada que sube hasta el fuerte. A medio camino una valla impedÃa el paso pero como habÃa gente por los alrededores de las murallas supuse que serÃa para impedir el paso de coches y continué hasta arriba.
Esa es la entrada. Para abreviar: en obras, cerrado y no visitable. Siguiendo de frente hacemos un minuto de campo a través y se llega a un mirador desde el que contemplar el penal, la playa de Berria y la punta del Brusco.
Pues eso, que cerrado. Gracias a la placa encima de la puerta nos enteramos que la reina Isabel II visitó este fuerte el siete de agosto de 1861 acompañada de su augusto esposo D. Francisco de AsÃs. Supongo que la subirÃan en caballo o a la silla de la reina, porque sabiendo que esta señora estaba «abundante de carnes» y habiendo sudado yo la gota gorda para llegar al fuerte, si la hacen subir andando nos quedamos sin reina ese mismo dÃa.
Desde la puerta se veÃa una placa conforme el fuerte fue reformado en junio de 1998 por una escuela-taller del Inem. ¿Reformado hace dieciséis años y ya está otra vez todo en obras, cubierto de redes y sin poderse visitar? ¿Pero aquà ya no queda nadie que estudie como trabajaban los romanos, que hacÃan un acueducto y les duraba dos mil años? ¿Es que acaso la dichosa obsolescencia programada llega también a las construcciones?
Para rematar veamos el cartel de la puerta, porque que su autor se ha cubierto de gloria. Es «obligarorio» seguir todas «la» normas de seguridad. ¿Pero aquà ya no queda nadie que estudie cómo se escribe normalmente? ¿A que el cartel es «made in china»? Señor, señor, qué bajo hemos caÃdo…