Todos aquellos pueblos que tengan una fortaleza, un castillo, algo que no hayan pasado los Irmandiños o los vikingos de turno hace quinientos años para reducirla a ruinas están de enhorabuena hoy dÃa porque a poco que lo preparen habrá montones de turistas siempre dispuestos a verlo y dejarse sus dinerillos por el camino. Si el pueblo tiene una fortaleza medieval completa (La Cité), como es el caso de Carcasssonne, entonces ya ni te cuento porque es el gordo de la primitiva. Manadas y manadas de gente con los recuerdos del Exin Castillos a flor de piel haciendo cola para ver la grandiosidad del conjunto allá en lo alto. No es para menos, cuando ésto es la primera vista que tienes de la fortaleza.
Para entrar, lo más cómodo es seguir la carretera que rodea la fortaleza y por la parte de atrás hay más de dos mil plazas de parking. Si tienes la suerte de dejar el coche en el último, cruzas una carretera y estás justito a la puerta. Menudo clavo ese parking, por cierto. A partir de las ocho de la tarde es gratuito, antes te cobran cinco euros estés un minuto o cinco horas. Recién llegados por la tarde, aparqué allÃ, dimos una vueltita, nos entretuvimos una hora malamente y a la hora de pagar, cinco euros. La hora de parking más cara de mi historia, aunque como viajar por Francia es ir de clavo en clavo, se acaba uno por acostumbrar en el más puro estilo «relájate y disfruta».
Esto en cuanto al exterior de «La Cité» de Carcassonne, dentro de unos dÃas le damos un repasillo al interior de las murallas y posteriormente a la ciudad en si, que para ir anticipando un poco, menuda decepción más gorda.