Alguna vez ya he comentado que los alrededores de El Astillero están llenos de antiguas minas, incluso el parque de Cabárceno son los restos de una mina de hierro. En pleno centro de Solares tienen otra con un nombre pintoresco… la mina Pepita.
En vez de dejarla abandonada la han reconvertido a parque y por allà pasé hace unos dÃas. A la entrada, un par de carteles cuentan la historia de la mina y un plano de los recorridos que se pueden hacer por dentro.
También hay una peana expositora hecha con un trozo de árbol sobre la que descansa un pedrusco rico en mineral de hierro, de ahà ese color rojizo. Si esto fuera una antigua mina de oro seguro que no dejaban ahà puesta una pepita de semejante tamaño.
Los caminos que recorren el parque han sido bautizados, al que sale hacia la derecha le ha tocado por nombre «la senda de los susurros» y detrás está una figura de lo que pensaba serÃa un gnomo gigante pero visto que sólo tiene un ojo habrá que incluirlo en el censo de cÃclopes cántabros.
No es demasiado grande el parque, en un cuarto de hora se recorre bien de punta a punta. Tiene caminos normales y otros que cruzan entre las piedras verticales.
Y no es que sean pequeñas precisamente, unos cinco o seis metros de altura tendrán, aquà podéis compararlas con otra pareja de paseantes dedicados a la misma faena que yo.
Lo de algunos árboles es increÃble. Alucino a veces cuando ando por las montañas y veo una higuera saliendo de una rendija miserable, lo mismo que pasa con este árbol. Entre dos piedras debieron juntarse unos restos de tierra, allà cayó la semilla y allà mismo salió hasta convertirse en lo que véis.
Este tiene dos ojos asà que lo encuadramos en el grupo de gnomos barbudos que tocan la flauta sentados en una esquina.
De un tronco viejo, con ganas y paciencia sale otro ser mitológico con brazos como el inspector Gadget.
Aunque el parque no tiene ni un año, ya empiezan a notarse las huellas del paso de la gente. Huellas con forma de barbas rotas, manos agrietadas y demás «cariños» del personal a las estatuas.
En el parque hay senderos, árboles, atajos, un pequeño lago e incluso ¡el muro de los deseos!
Ya véis cómo a un simple muro de contención se le puede dar una capa de glamour y transformarlo en el auténtico autentiquÃsimo muro de los deseos. Si se lo creerá la gente que incluso habÃan dejado peticiones entre piedra y piedra, o una pegada directamente a ver si asà tiene más efecto.
Pues ya véis más o menos lo que hay. El parque no es algo espectacular, no es algo que vaya a traer visitantes de todos los rincones de España pero para entretenerse una tarde o llevar a los niños vale perfectamente.
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