Por fin llegamos a la octava y última entrada de las dedicadas a la ruta del Cares. Parece mentira lo que se puede estirar una ruta de un dÃa, pero claro, habiendo sacado más de cuatrocientas fotos por mucho que selecciones siempre salen más y más cosas que contar. De bichos hablé poco, tan sólo un comentario sobre unos lagartos en la quinta entrada. Me sorprendió un montón no ver cabras, especialmente cuando iba avisado que ojo con ellas porque pastan en las laderas y pueden provocar tanto un desprendimiento como que una piedra baje rodando y te pueda dar de lleno. Caerse al precipicio es lo peor que te puede suceder (no serÃa el primero en despeñarse), pero tampoco se queda atrás el problema de las piedras que te dan en la cabeza o peor aún, los desprendimientos que te arrastran al barranco. Ah, si queréis hacer el Cares en bici avisaros que está prohibido. Si aún asà os arriesgáis y tenéis un percance, ir preparando el bolsillo porque os cobran bien cobrado el rescate.
Bueno, volvemos a lo de las cabras. DecÃa que me habÃa sorprendido no verlas a la ida. Claro, pasé a la hora de comer asà que estaban todas echándose la siesta tranquilamente. Se ve que sólo los ceporros masoquistas domingueros estábamos en el Cares a pleno sol. A la vuelta ya fue otro cantar, cabras a montones por las laderas, por las piedras y en el medio del camino viéndote con cara de «vaya bichos más feos pasan hoy por aquû.
También habÃa alguna descansando tranquilamente en esta postura. Y no se apartaba ni se escapaba, qué va, la tÃa más ancha que pancha.
Como decÃa en la entrada anterior, el panorama seguÃa siendo espléndido. Valles, precipicios verticales y allá al fondo la subida a Los Collaos. Madre mÃa, qué lejos parece cuando llevas casi veinte kilómetros en las piernas y sin embargo te pones a andar en modo automático, te olvidas del mundo (excepto del barranco) y acabas llegando sin darte cuenta.
Sin darte cuenta relativamente, claro, que las piernas van pesando cada vez más y procuraba pararme lo mÃnimo imprescindible, sólo si la foto merecÃa la pena porque esa secuencia de parar-foto-rearrancar una y otra vez, por la mañana se lleva bien pero a última hora de la tarde se lleva francamente peor.
Esa roca… ¿a qué me recuerda? A un señor, con el tronco, la cabeza y los brazos hacia la derecha, haciendo algo pero distingo qué. Se aceptan sugerencias.
Ultimo tramo, que va desde Los Collaos hasta Poncebos con las cabañas abandonadas ahà delante. En media horita deberÃa estar sentado por fin en mi coche.
Pensé que una vez llegado aquà todo irÃa más fácil al ser cuesta abajo. Pues no, rotundamente no. El camino es de piedras del tamaño de un puño, bajar montañas frenándote carga un montón las rodillas y los cuadriceps de las piernas, pero para más habÃa que caminar con muchÃsimo cuidado porque iba de patinazo en patinazo y tampoco es que sea muy recomendable cuando a un lado del camino tienes un barranco.
Poquito queda ya, muy poquito, vista atrás y el sol se pone tras las montañas mientras aparece la bruma del atardecer.
Más cabras en medio del camino. A lo lejos vi que estaba peleándose con otra. Como en los capÃtulos de «El hombre y la tierra», se levantaba desde aquà sobre las patas de atrás para lanzar un cabezazo a la cabra que estaba un poco más abajo. Esperemos que no tenga el dÃa malo ni ganas de pelea porque tengo que pasar por ese camino justo detrás y no hay ruta alternativa.
Por si alguien se lo pregunta, pasé tranquilamente y la cabra ni se inmutó. Debe ser que están acostumbradas al paso de la gente y no les importamos lo más mÃnimo.
Ultimo bicho unos metros antes del coche: lagartijo verde con tamaño más que respetable, el cuerpo debÃa medir una cuarta de largo y la cola otro tanto. Estuvo contemplándome un rato antes de esconderse bajo una piedra. VÃboras a serpientes no vi ninguna pero habiendo rocas al sol tampoco serÃa muy raro encontrar alguna.
Y última bajada por fin, llegada al coche, saco las botas para contemplar las dos maravillosas ampollas en mis talones consecuencia probablemente de habérseme bajado un poco los calcetines y no volver a ponerlos en su sitio. Estaba cansado tras los veintiún kilómetros (récord personal caminante), pero no excesivamente y al dÃa siguiente me notaba mejor que otras veces. ¿Será porque en vez de agua o aquarius me llevé para beber dos litros de agua con un sobre de suero fisiológico disuelto e iba reponiendo lÃquido cada horita?
He de probarlo en sucesivas caminatas y si funciona va a ser un descubrimiento impresionante porque anda que no son simpáticas las agujetas del dÃa después…