De cuándo en cuándo, sibilinamente, voy soltando alguna de Segovia y asÃ, además de variar, me quito de encima poco a poco todo el material que tengo acumulado de aquel viaje. Hablar de Segovia tendrÃa que ser hablar del acueducto en primer lugar, pero claro, como uno es asà de especial casi ni lo habÃa mencionado. Ya sabÃa que era muy bonito, muy espectacular, pero me encantó cómo vas andando por la parte del casco viejo desde la plaza mayor y la catedral, de pronto te asomas a un mirador y aparece asÃ, justo delante de las narices.
Moviéndose al otro lado del mirador, se puede ver parte de la ciudad y las tremendas sombras proyectadas. Eso que se ve en el centro no son pasos de cebra gigantes, es la sombra alargadÃsima que el sol del invierno proyecta a través de los ojos del acueducto.
Bajamos unas escaleritas y del mirador pasamos al pie del monumento. Esa casita que hay justo enfrente, la que tiene una parte de la fachada blanca, es el asador Cándido. Allà recuerdo ver hacer el famoso cochinillo asado segoviano y lo cortaban a cascotazos con un plato, aunque no sé si será el mejor sitio para comerlo. Donde hay tanto teatro y tanta fama, siempre me da por desconfiar.
Por último, ya camino del coche, una última vista atrás para comprobar lo bien que se integran ciudad y acueducto. Una calle, unas casas y al fondo el monumento para rellenar las vistas. A ver si la próxima vez que vaya me coincide pasar allà la noche para sacar unas cuántas nocturnas porque el asunto promete.
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