Lo bueno de ir sin rumbo

Todos los que me leéis sabréis de mi desmedida afición a peregrinar sin rumbo por el mundo adelante. Suelo partir con un destino en la cabeza y acabar en otro lugar por ahí perdido como consecuencia de un cruce que me llamó la atención, por él me desvié y de ahí a acabar en el quinto pino sólo hay un pasito. Este fin de semana pasado íbamos a Potes. Cruzando el pueblo de La Hermida veo una carretera hacia la izquierda con un cartel que indica la existencia de un «Mirador de Santa Catalina». La palabra «mirador» implica dos temas que me atraen grandemente: generalmente alturas y habitualmente buenas vistas. No fallé ni en lo uno, ni en lo otro. Subía la carretera hasta un lugar notablemente más alto que el desfiladero de la Hermida y desde el que las vistas quitaban el hipo. Sin la menor duda, el mirador más impresionante después del mirador del cable en Fuente De.

Este es el pequeño balcón al que asomarse para disfrutar de las vistas.
Balcón del mirador
¡Y qué vistas! Así es el Desfiladero de la Hermida desde muy arriba, con la carretera serpenteando entre las montañas.
Desfiladero de la Hermida I
Quizá la falta de una referencia no nos permite apreciar las dimensiones del conjunto, pero no hay problema, para eso estoy yo aquí. Segunda foto del desfiladero, abajo se ve un trocito de carretera y en la parte inferior un pequeño puntito al lado de la línea central de la carretera. Ese microbio, eso es un coche. El resto os lo imagináis vosotros que yo no tengo palabras. No porque me haya quedado sin habla, es que me traje una botella de vino tostado de Potes y es bien sabido que el uso y abuso de líquidos espirituosos embota la mente.
Desfiladero de la Hermida II
Desde el balcón del mirador, y mientras unos pájaros de gran envergadura y silueta rapaz pasaban sobre nuestras cabezas, aproveché para sacar una panorámica de esas que junto un montón de fotos para unirlas en una única bastante más grande. Pinchar sobre ella y disfrutar todos los detalles en tamaño XXL: pequeños pueblos a la derecha, montañas nevadas al fondo y aunque sólo se vea la carretera abajo a la izquierda, en realidad bordea todo el enorme pico de enfrente.
Panorámica desde el mirador
Realmente esto no es para verlo en una pantalla, es para vivirlo, así que quien no haya pasado por el Mirador de Santa Catalina ya puede ir poniendo un día para disfrutarlo de veras. Ah, llevaros unos prismáticos, catalejo o cualquier otro dispositivo óptico que os permita ver los pájaros que sobrevuelan esa zona o las cabras que andan sueltas por los montes. Yo, como soy una acémila, me los olvidé y bien que los eché de menos.

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