Otro detalle con el que me quedo de la visita a la catedral de Santander es que allà residen los angelotes más feos del mundo. Fijaros en éste.
Oficialmente deberÃan ser querubines de cara angelical. Pues no sé, a éstos deben haberles dado un susto de cuidado porque menudos ojos saltones les han quedado. El que no bizquea de un ojo lo hace de los dos.
¿Y este otro, al que sólo le falta un pitillo colgando de la comisura de los labios para formar parte del reparto de una pelÃcula de quinquis de los años sesenta?
Otro más, bizco, ojos saltones, morros escasamente armoniosos… vamos, que ni hecho adrede les quedan tan feos. Para la próxima catedral mejor cambiar de proveedor de angelotes.